generó del texto helena de renée ferrer
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La Seca y otros cuentos
Renée Ferrer de Arréllaga

—5→
A César
y a todos aquellos que me han dado
palabras, actos, gestos.
Prólogo
En los relatos de Renée Ferrer, un mundo que llamamos real -sin saber lo que es realmente la realidad- y un mundo que llamamos irreal y sin embargo tan real como el otro, porque es nuestro privilegio de seres humanos crear realidades a nuestra imagen (sean o no a nuestra semejanza) van el uno al encuentro del otro para justificarse mutua y recíprocamente. El tiempo, esa recta inflexible e irreversible se ve de pronto regresando hacia sí mismo, se torna curvo, dibuja círculo, se cierra cambiando sus infinitas posibilidades de variación sucesiva en una inmóvil fijación sin fin.
La técnica o procedimiento de distribución temporal o espacial del discurso narrativo invierte el orden lógico de pasado y presente. Se vive la vida porque se ha muerto: no viceversa. Y la vida, pequeña, corta, mísera, vivida a sorbos amargos y escasos, se hace más pequeña, más mezquina, más injusta... La miseria del ser para la muerte alcanza su ápice.
Acercarnos todo lo posible al pasado ha sido como al principio se ha dicho, materia predilecta de narradores de todas las dimensiones y capacidades; aquí el relato adquiere la faz ambigua, oracular, de una videncia; el «despertar de un sueño» -alias de lo vivido y deseado vivir- para regresar de golpe a lo actual, irreversible: salto espacial en el cual no funcionó el paracaídas y a cuya caída sobrevivimos, ya irrevocablemente «otros». Pero, ¿es una falsa impresión nuestra? esa vida —8→ sigue «siendo» en la muerte; seguir siéndolo es precisamente nuestro castigo.
Esta ambigüedad de esencia mágica -magia es cambiar pasado por presente- es recurso tan antiguo como la narrativa misma (recuérdese el cuento oriental en el cual alguien sueña una mariposa y al despertar no sabe si es un hombre que soñó una mariposa o una mariposa que soñó ser hombre). Es el «regreso del peregrino» que realizamos cada día al hacer el recuento de nuestros menguados días acribillados de angustias, quebrantos, penas, como sendos acericos. Pero ha sido privilegio de estas últimas décadas -dejando a un lado atisbos antiguos y nebulosos- convertirlo en llave maestra para abrir hoyos nauseosos sobre el final vacío sin fondo; sobre las angustias innombrables que estrenamos sobre la muerte. Y aquí esa vida se hace presente para volver a recorrerse obstinada, una y otra vez. «La búsqueda del tiempo perdido» queda ya lejos, asombrosamente lejos, en su maestría dicotómica. La vida no es el tiempo perdido: es el tiempo para siempre: la muerte, que aposentaba en ella, hace para ella ahora su aposento.
Renée Ferrer, tan bien dotada para la poesía, aparece en esta vocación narradora no menos provista de los necesarios sutiles instrumentos. Su vocación estructural aparece signada por una constante persecución de ese efecto de reencuentro de muerte y vida en la cual ambas se explican y justifican la una a la otra en increíble fulguración.
Se distribuye el previo relato de la vida en trazos cortos, lógicos y precisos cuyo ensamblado se justifica a sí mismo hasta el último momento; el que espera para hacer acto de presencia, descargar su voltaje de trasmundo: la fulgurante develación, la «no existencia», la aniquilación. La vida «real» justifica la muerte u otra —9→ forma de acabamiento -pero la muerte quiere vivir a costa de esa vida, hincándose en ella como un negro monolito
Explicación:
:) Corona plis
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Género Narr