fuerzas evolutivas de las tortugas marinas
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ADAPTACIONES DE LAS TORTUGAS MARINAS
Para poder subsistir, las tortugas marinas han sufrido una serie de adaptaciones que les han permitido vivir en nuestros días. Son organismos ectotérmicos que dependen de la temperatura del agua y de otras estrategias como exponerse al calor del sol durante el día para regular la temperatura de su propio cuerpo (Spotila, 2004), y su caparazón actúa como protección a sus órganos vitales.
Son organismos de respiración pulmonar, lo que significa que salen a la superficie para hacer inhalaciones profundas de aire y así poder realizar inmersiones prolongadas y profundas (Plotkin, 2007). También poseen grandes espacios en el cráneo que albergan glándulas encargadas de excretar el exceso de sal, lo que les permite mantener un balance interno de sales y líquidos (Márquez, 1990). Se reproducen de forma sexual con fecundación interna, las hembras pueden anidar de forma anual, bianual o trianual dependiendo de la especie, la disponibilidad de energía y cambios ambientales (Spotila, 2004; Plotkin, 2007). Una vez que las hembras se aparean, pueden almacenar esperma por largo tiempo en unos pliegues de la parte media de los oviductos, el cual puede mantener la viabilidad para fertilizar los óvulos incluso de la siguiente temporada de reproducción (Márquez, 1990). Además, las hembras pueden aceptar el cortejo de varios machos durante una misma temporada de reproducción, por lo que las crías de una misma hembra pueden ser de distintos machos (paternidad múltiple) (Jensen et al., 2006).
Las hembras reproductoras, al igual que sus ancestros, siguen anidando (entre 50 y 130 huevos) en ambientes terrestres, playas de anidación en zonas tropicales y subtropicales, donde se incuban los huevos durante un periodo aproximado de dos meses dependiendo de la especie (Spotila, 2004). Una vez que las crías han eclosionado y llegan a la superficie de la arena, comienzan un periodo de “frenesí natatorio”, en el cual se orientan e instintivamente se dirigen al mar, tratando de evitar depredadores; posteriormente son acarreadas por corrientes marinas y durante este tiempo su fuente de energía es el saco vitelino que absorbieron en el huevo y que les dura aproximadamente una semana (Spotila, 2004). Desafortunadamente, a pesar del gran número de huevos que pueden llegar a poner las tortugas marinas, se calcula que sólo una de cada mil crías que eclosionan llegará a edad adulta.
Aunque se conoce poco de su fase de crías, hay evidencias de que las crías permanecen en zonas pelágicas donde hay giros y frentes marinos, lugares donde se acumulan mantos de sargazo y variedades de organismos que les proporcionan alimento y protección (además de amenazas, dada la contaminación presente en dichas zonas) (Witherington, Hirama y Hardy, 2012), a este periodo se le conoce como “el año perdido”, aunque algunos autores afirman que se puede tratar de varios años (Márquez, 1990).
Se ha comprobado mediante distintos métodos, incluyendo estudios moleculares con el ácido desoxirribonucleico (ADN) mitocondrial (con el cual se puede seguir y estudiar el linaje materno), que las tortugas hembras reproductoras regresan a anidar a la misma región de la playa donde nacieron, aunque algunas especies son más filopátricas que otras (Bowen y Karl, 2007). Además, pueden realizar extensas migraciones desde zonas de reproducción a zonas de alimentación, por lo que se ha demostrado que tienen la capacidad de orientarse a partir de corrientes superficiales oceánicas, gradientes de temperatura e incluso el uso de señales magnéticas durante la navegación (Plotkin, 2007