fue capaz de establecer tres normas principales que señalan las posibles características de los nuevos bebés
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Los padres tenemos una gran influencia en el comportamiento de nuestros hijos, tanto en las conductas adecuadas como en las inadecuadas. Enseñarles a respetar las normas y a obedecer no es tarea fácil, pero estamos en condiciones de influir positivamente e incidir en su correcto desarrollo tanto psicoafectivo como social. Vamos a enumerar algunos comportamientos habituales en los adultos que dificultan el aprendizaje adecuado de las normas básicas de conducta.
Límites confusos y poco claros
Hemos de explicarles de forma muy clara lo que está permitido y lo que no. Los niños han de saber lo que se espera de ellos, hay que dejar muy claro cuáles son los límites ya que son los mensajes que comunican nuestras reglas y definen el equilibrio de poder y autoridad en nuestras relaciones.
No cumplir nuestras advertencias
Hemos de explicar previamente qué ocurrirá si traspasan ese límite y nos ponen a prueba, es decir, qué consecuencia habrá al transgredir esa norma o advertencia. Evidentemente siempre; hemos de cumplir con nuestras advertencias, si no el mensaje que transmitimos a nuestros niños es que nuestras palabras a veces se cumplen y a veces no, con lo cual la tendencia del niño será siempre probar a ver qué ocurre, es decir, si vamos en serio o no.
Recompensar las conductas inadecuadas
Las consecuencias que se aplican después de una mala conducta son las que determinan la probabilidad de que esa conducta se repita en el futuro o no. Es decir, si la consecuencia de la conducta inadecuada es de alguna forma una recompensa para el niño, dicho comportamiento tenderá a repetirse. Ejemplo: Marta llora cuando se le manda a dormir, le prometemos que le leeremos un cuento si se va a la cama y deja de llorar. Resultado: Marta llorará siempre hasta que no le contemos un cuento a la hora de irse a la cama.
Pedir lo que nosotros no hacemos
Nosotros somos los modelos a imitar. Difícilmente podremos pedir a los niños que no hagan aquello que nosotros hacemos, es decir, no podemos castigar, dándole un azote, a nuestro hijo mayor que ha pegado al pequeño, ya que nuestro mensaje verbal y nuestra actuación son contradictorios, estamos sancionando nuestros propios actos.
No reforzar las conductas adecuadas
Es importante prestar mucha atención cuando los niños nos hagan caso a la primera o sigan una norma sin darnos problema alguno, será entonces el momento para expresarles nuestra aprobación. Cuando prestamos atención a un comportamiento sea o no correcto estamos influyendo directamente en su futura aparición. En consecuencia si atendemos a las conductas correctas e ignoramos las inadecuadas estaremos influyendo directamente en un cambio de comportamiento. La atención de los padres, las palabras de elogio y aprobación, las caricias o los premios en general, dispensados por la realización de una conducta correcta de los hijos, aumenta la probabilidad de que se repita y se perfeccione.