Franz Kalka
1. Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se desperto convertido en un
monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza,
LA METAMORFOSIS
(Fragmento)
vio su vientre convexo y oscuro, surcado
por curvadas callosidades, sobre el que casi no se
aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas,
penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin
concierto. -¿Qué me ha ocurrido?
2.- Si no fuese por mis padres, ya hace tiempo que me hubiese marchado. Hubiera ido a ver
el director y le habria dicho todo lo que pienso. Se caería de la mesa, ésa sobre la que se
sienta para, desde aquella altura, hablar a los empleados, que, como es sordo, han de
acercarsele mucho. Pero todavía no he perdido la esperanza. En cuanto haya reunido la
cantidad necesaria para pagarle la deuda de mis padres -unos cinco o seis años todavia-, me
va a oír. Bueno; pero, por ahora, lo que tengo que hacer es levantarme, que el tren sale a las
cinco.
3. Mientras tanto, detrás de la otra puerta, la hermana le preguntaba suavemente:
- Gregorio, ¿no estás bien? ¿Necesitas algo? - Ya estoy bien -respondió Gregorio a ambos a
un tiempo, esforzándose por pronunciar con claridad, y hablando con gran lentitud, para
disimular el insólito sonido de su voz. El padre reanudó su desayuno, pero la hermana siguió
susurrando: - Abre, Gregorio, por favor...
4. Se dispuso a salir de la cama, balanceándose sobre su borde. Dejándose caer de esta
forma, la cabeza, que pensaba mantener firmemente erguida, probablemente no sufriría daño
ninguno. La espalda parecía resistente, y no le pasaria nada al dar con ella en la alfombra.
Únicamente le hacía vacilar el temor al estrépito que esto habría de producir, y que sin duda
asustaría a su familia. Pero no quedaba más remedio que correr el riesgo.
5. Pero, como no podía por menos de suceder, oyó aproximarse a la puerta las fuertes pisadas
de la criada. Y la puerta se abrió. A Gregorio le bastó oír la primera palabra del visitante para
percatarse de quién era. Era el gerente en persona.
6. Pero, desde las primeras palabras de Gregorio, el gerente había dado media vuelta y le
contemplaba por encima del hombro, con una mueca de repugnancia en el rostro. Mientras
Gregorio hablaba, no permaneció un momento quieto. Se retiró hacia la puerta sin quitarle la
vista de encima, muy lentamente, como si una fuerza misteriosa le retuviese alli. Llegó, por fin,
al recibidor y dio los últimos pasos con tal rapidez que parecia que estuviera pisando brasas
ardientes.
7. - Madre! ¡Madre! -gimió Gregorio, mirándola desde abajo. Por un momento se olvidó del
gerente; y no pudo evitar, ante el café vertido, abrir y cerrar repetidas veces las mandíbulas en
el vacio. Su madre, gritando de nuevo y huyendo de la mesa, se lanzó en brazos del padre,
que corrió a su encuentro. Pero Gregorio no podía dedicar ya su atención a sus padres; el
gerente estaba en la escalera y, con la barbilla apoyada sobre la baranda, dirigia una última
mirada a aquella escena. Gregorio tomó impulso para darle alcance, pero él debió de
comprender su intención, pues, de un salto, bajó varios escalones y desapareció, profiriendo
unos alaridos que resonaron por toda la escalera. Para colmo de males, la huida del jefe
pareció trastornar por completo al padre, que hasta entonces se había mantenido
relativamente sereno; pues, en lugar de correr tras el fugitivo, o por lo menos permitir
¿ que texto es el anterior?
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“viene un auto en mi dirección / le hago una zancadilla / tropieza y se va dando vueltas / cae a un precipicio y
sigue dando vueltas”
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