FRAGMNTO CIEN AÑOS DE SOLEDAD:
...haciendo algo que desde hacía mucho tiempo deseaba que se pudiera hacer, pero que nunca
se había imaginado que en realidad se pudiera hacer, sin saber cómo lo estaba haciendo
porque no sabía dónde estaban los pies y dónde la cabeza, ni los pies de quién ni la cabeza de
quién, y sintiendo que no podía resistir más el rumor glacial de sus riñones y el aire de sus
tripas, y el miedo, y el ansia atolondrada de huir y al mismo tiempo de quedarse para siempre
en aquel silencio exasperado y aquella soledad espantosa.
(...)
...Aureliano escapaba al alba y regresaba a la madrugada siguiente, cada vez más excitado
por la comprobación de que ella no pasaba la aldaba. No había dejado de desearla un solo
instante. La encontraba en los oscuros dormitorios de los pueblos vencidos, sobre todo en los
más abyectos, y la materializaba en el tufo de la sangre seca en las vendas de los heridos, en
el pavor instantáneo del peligro de muerte, a toda hora y en todas partes. Había huido de ella
tratando de aniquilar su recuerdo no solo con la distancia, sino con un encarnizamiento aturdido
que sus compañeros de armas calificaban de temeridad, pero mientras más revolcaba su
imagen en el muladar de la guerra, más la guerra se parecía a Amaranta.
(...)
– ¿Qué dice? -preguntó.
– Está muy triste -contestó Úrsula- porque cree que te vas a morir.
– Dígale -sonrió el coronel- que uno no se muere cuando debe, sino cuando puede.
(...)
Fue entonces cuando se le ocurrió que su torpeza no era la primera victoria de la decrepitud y
la oscuridad, sino una falla del tiempo. Pensaba que antes, cuando Dios no hacía con los meses
y los años las mismas trampas que hacían los turcos al medir una yarda de percal, las cosas
eran diferentes. Ahora no solo crecían los niños más deprisa, sino que hasta los sentimientos
evolucionaban de otro modo.
(...)
Vio un dromedario triste. Vio un oso vestido de holandesa que marcaba el compás de la música
con un cucharón y una cacerola. Vio a los payasos haciendo maromas en la cola del desfile, y
le vio otra vez la cara a su soledad miserable cuando todo acabó de pasar, y no quedó sino el
luminoso espacio en la calle, y el aire lleno de hormigas voladoras, y unos cuantos curiosos
asomados al precipicio de la incertidumbre.
(...)
Se sintió tan vieja, tan acabada, tan distante de las mejores horas de su vida, que inclusive
añoró las que recordaba como las peores, y solo entonces descubrió cuánta falta hacían las
ráfagas de orégano en el corredor, y el vapor de los rosales al atardecer, y hasta la naturaleza
bestial de los advenedizos. Su corazón de ceniza apelmazada, que había resistido sin
quebrantos a los golpes más certeros de la realidad cotidiana, se desmoronó a los primeros
embates de la nostalgia. La necesidad de sentirse triste se le iba convirtiendo en un vicio a
medida que la devastaban los años.
(...)
...y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes
condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
ACTIVIDAD:
1) Del fragmento cien años de soledad, elabora dos preguntas con sus respetivas
respuestas, como mínimo un párrafo de seis renglones cada uno.
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