fracasos tecnológicos de Thomas Alva Edison
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Cuando Thomas Edison inventó la bombilla, no le salió a la primera, sino que realizó más de mil intentos, hasta el punto de que un discípulo suyo le preguntó el por qué persistía en construir una bombilla, si tras más de 1000 intentos no había conseguido más que fracasos, Edison, respondió: “No son fracasos, he conseguido saber 1000 formas de cómo no se debe hacer una bombilla”.
En sus 84 años de vida, Thomas Alva Edison patentó más de 2.000 inventos. Sin embargo, su paso por la escuela fue breve: fue su madre, Nancy Edison, la encargada de educarlo. The History Chanel se hizo eco de su historia con un cortometraje dramatizado.
El vídeo muestra como un joven Edison vuelve del colegio con una carta para su madre. Nancy explica a su hijo que, según la misiva, ya no tienen nada que enseñarle en la escuela y ella se ocupará de sus estudios. Cuando Edison ya es un célebre inventor, encuentra la carta, y descubre que realmente fue expulsado por ser "un pésimo estudiante".
Existen testimonios del inventor acerca de cómo, ya adulto, se sentía en deuda con su madre por cómo se había implicado en su educación.
"Mi madre fue la que me hizo como soy. Fue tan leal, estaba tan segura de mí, que yo sentía que tenía un motivo para vivir, alguien a quien no decepcionar".
"Me enseñó a leer buenos libros de forma rápida y correcta, lo que me abrió al mundo de la literatura. Siempre le estaré agradecido por esta formación temprana".
Esta hermosa historia nos adentra en el mundo interior de los grandes líderes. Qué hay detrás de un gran líder? ¿Quién fue su mentor? ¿Quién se encargó de inspirar, potenciar, creer y empoderar a los que triunfaron en cualquier campo de la vida?
Y es que al igual que Thomas Edison, Obama, Gandhi o la Madre Teresa de Calcuta, todos podemos influir en cultivar líderes dispuestos a desarrollarse y sacar todo su potencial.
Esto es el “efecto Pigmalión” un proceso mediante el cual las expectativas que ponemos en los demás, no sólo condicionan nuestra forma de actuar hacia ellos, sino que además afectan y condicionan también su propio comportamiento y ello es así porque somos, en gran medida, lo que los demás esperan que seamos.
En Psicología lo llaman “profecía auto-cumplida” y se puede aplicar en numerosos ámbitos como el educativo, familiar, social o empresarial.
Cuando vemos al otro, proyectando una visión positiva de lo que es capaz de hacer actuamos como la gasolina que se convierte en el motor necesario que impulsa al cambio, a la ilusión y a que la otra persona descubra su potencial