Forma de gobierno y su política en la revolución constitucionalista
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El 26 de marzo de 1913, un grupo de revolucionarios encabezados por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, Lucio Blanco y Jacinto B. Treviño entre otros, se reunieron en la hacienda de Guadalupe, para firmar un documento por medio del cual desconocieron al gobierno de Victoriano Huerta y a todos los gobernadores que lo apoyaban, y comunicaban que tomarían las armas para restablecer el orden constitucional. Para ello, determinaron formar el Ejército Constitucionalista y nombrar como Primer Jefe a Venustiano Carranza. Una vez alcanzado el triunfo, Carranza ocuparía el poder ejecutivo del país interinamente y convocaría a nuevas elecciones. Los tres estados más importantes del norte de la República, Coahuila, Chihuahua y Sonora habían desconocido al régimen usurpador en las semanas inmediatas al golpe de estado.
Como Primer Jefe de la revolución constitucionalista Venustiano Carranza le dio orden a la lucha con objetivos políticos muy claros: derrocar a Huerta y restaurar el orden constitucional; con el transcurrir de las semanas la revolución fue incorporando al movimiento las demandas socioeconómicas que alentaban a distintos grupos de todo el país a sumarse día con día a la revolución.
En el mes de mayo, la División del Noroeste comenzó su invicta campaña. El todavía coronel Álvaro Obregón derrotó a los huertistas en Santa Rosa y Santa María obteniendo así el control del estado de Sonora con excepción del puerto de Guaymas, que permaneció sitiado por las fuerzas de Salvador Alvarado hasta la caída de Huerta. Continuaría su avance hacia el sur por los estados del Pacífico para luego internarse hacia el centro de Jalisco.
En Chihuahua y parte de la región de la Laguna importantes grupos rebeldes encabezados por Pancho Villa hostilizaban a las tropas federales. En septiembre, los principales jefes se reunirían en la hacienda de la Loma, Durango, para elegir como general en jefe a Pancho Villa, constituyendo así la División del Norte. Otras dos divisiones, la del Noreste, al mando de Pablo González, y la del Centro, bajo las órdenes de Pánfilo Natera completaban el escenario bélico en todo el norte de la república hacia la segunda mitad del 1913.
El sur también lanzó su grito de guerra. Aunque desde el 4 de marzo, Emiliano Zapata había desconocido al gobierno de Huerta, hacia el 30 de mayo se esfumó definitivamente la posibilidad de que el zapatismo se aliara con el nuevo gobierno. En Morelos, el caudillo suriano reformó el plan de Ayala, asumió el liderazgo de la lucha contra el huertismo y semanas después regresó a la ciudad de México, en un ataúd de madera, el cadáver de Pascual Orozco padre, enviado por Huerta para persuadir a los zapatistas de unirse al nuevo gobierno.
De esa forma, el ejército constitucionalista con sus cuatro divisiones y el movimiento independiente de Zapata en el sur cimbraban la precaria estabilidad del régimen, augurando que sería imposible su viabilidad. Era un hecho, una guerra sin cuartel se extendía por el país y no concluiría sino hasta que una de las fuerzas doblegara por completo a la otra