explique mi libertad termina donde empieza los de los demas
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¡QUÉ hemos de entender por libertad? ¿Significa poder hacer todo lo que a uno le plazca? No; es como lo expresó por escrito Charles Kingsley, novelista inglés del siglo XIX: “Hay dos clases de libertad: la falsa, en la que uno puede hacer lo que le plazca, y la verdadera, en la que uno puede hacer lo que debe hacer”.
El hombre puede alcanzar la libertad verdadera únicamente por medio de hacer “lo que debe hacer”. ¿Y qué es lo que debe hacer? Cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, él declaró que simplemente había dos grandes mandamientos: el primero, amar a Dios con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas; y el segundo, amar al prójimo como a uno mismo. (Marcos 12:29-31.) La libertad verdadera la alcanzarán solo los que de veras manifiestan ese amor genuino... amor a Dios y a nuestro prójimo. (Juan 8:31, 32.)
¿Despliega el mundo de hoy esa clase de amor? Es triste decirlo, pero no lo hace. Sin amor lo que impera es la clase de libertad falsa. Esta exhala un espíritu de egoísmo e independencia. Insiste en ‘hacer lo suyo’, sin importar lo que piense Dios ni el prójimo. Este espíritu afecta mucho más que al individuo, pues trasciende a comunidades, razas y naciones. Mientras persista la actitud de “yo primero”, el fundamento de cualquier clase de libertad, paz y felicidad en la Tierra será inestable. Recuerde, Jesús dijo: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. Tal amor al prójimo es esencial para disfrutar de verdadera libertad.
Existe una diferencia entre la libertad limitada y la esclavitud. La libertad dentro de los límites fijados por Dios resulta en felicidad; la esclavitud a criaturas, a la imperfección, a debilidades o a ideologías erróneas resulta en opresión e infelicidad. También hay que distinguir la libertad de la autodeterminación, es decir, abogar por el desprecio a las leyes de Dios en pro del derecho de la persona a decidir por sí misma entre lo bueno y lo malo. Esa autodeterminación invade los derechos de otras personas y ocasiona graves problemas, como puede verse por el resultado del espíritu de independencia y rebeldía que la serpiente introdujo en Adán y Eva en Edén. (Gé 3:4, 6, 11-19.) La verdadera libertad está restringida por la ley, la de Dios, y da lugar a que el hombre manifieste toda su individualidad, pero de una manera conveniente, constructiva y provechosa, reconociendo los derechos que tienen los demás y contribuyendo a la felicidad de todos. (Sl 144:15; Lu 11:28; Snt 1:25.)
El hombre puede alcanzar la libertad verdadera únicamente por medio de hacer “lo que debe hacer”. ¿Y qué es lo que debe hacer? Cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, él declaró que simplemente había dos grandes mandamientos: el primero, amar a Dios con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas; y el segundo, amar al prójimo como a uno mismo. (Marcos 12:29-31.) La libertad verdadera la alcanzarán solo los que de veras manifiestan ese amor genuino... amor a Dios y a nuestro prójimo. (Juan 8:31, 32.)
¿Despliega el mundo de hoy esa clase de amor? Es triste decirlo, pero no lo hace. Sin amor lo que impera es la clase de libertad falsa. Esta exhala un espíritu de egoísmo e independencia. Insiste en ‘hacer lo suyo’, sin importar lo que piense Dios ni el prójimo. Este espíritu afecta mucho más que al individuo, pues trasciende a comunidades, razas y naciones. Mientras persista la actitud de “yo primero”, el fundamento de cualquier clase de libertad, paz y felicidad en la Tierra será inestable. Recuerde, Jesús dijo: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. Tal amor al prójimo es esencial para disfrutar de verdadera libertad.
Existe una diferencia entre la libertad limitada y la esclavitud. La libertad dentro de los límites fijados por Dios resulta en felicidad; la esclavitud a criaturas, a la imperfección, a debilidades o a ideologías erróneas resulta en opresión e infelicidad. También hay que distinguir la libertad de la autodeterminación, es decir, abogar por el desprecio a las leyes de Dios en pro del derecho de la persona a decidir por sí misma entre lo bueno y lo malo. Esa autodeterminación invade los derechos de otras personas y ocasiona graves problemas, como puede verse por el resultado del espíritu de independencia y rebeldía que la serpiente introdujo en Adán y Eva en Edén. (Gé 3:4, 6, 11-19.) La verdadera libertad está restringida por la ley, la de Dios, y da lugar a que el hombre manifieste toda su individualidad, pero de una manera conveniente, constructiva y provechosa, reconociendo los derechos que tienen los demás y contribuyendo a la felicidad de todos. (Sl 144:15; Lu 11:28; Snt 1:25.)
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