Explicar la siguiente frase: “…José Luis Romero había dicho en 1951 que las masas no renunciarían ya al progreso que habían alcanzado. La pregunta: cuál debía ser la fórmula del posperonismo …” porfa no pongan cualquier cosa en las respuesta
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
No existe un camino único para aproximarse al conocimiento de la historiografía del país, es decir, al análisis y las formas de entender la historia nacional. Se podría comenzar por los abordajes y problemas a los que los historiadores se apegaron a lo largo del tiempo u optar por la relación que establecieron con el mundo académico. En esta nota elegimos hacerlo recorriendo el itinerario de uno de sus autores emblemáticos, José Luis Romero, del que el pasado 28 de febrero se cumplieron 42 años de su fallecimiento.
José Luis Romero nació en Buenos Aires en 1909 y murió en 1977, en la ciudad de Tokio. Declarado antiperonista, fue funcionario de la Revolución Libertadora ejerciendo el papel de Rector interventor de la Universidad de Buenos Aires en 1955 [1]. Con el golpe, el Ministerio de Educación quedó en manos de los grupos católicos que habían jugado un rol clave en el derrocamiento de Perón, representados por el clerical orgánico Atilio Dell’Oro Maini (fundador de la católica y derechista revista Criterio en la década de 1920) y, en una especie de división de tareas, Romero se hizo cargo de la intervención de la UBA como funcionario de la dictadura, respaldado por sectores del movimiento estudiantil y la Federación Universitaria de Buenos Aires (dirigida por los llamados “reformistas”: radicales, socialistas, antiperonistas) que ocupó aquel año las facultades.
Su primer desempeño como docente universitario fue el curso de Historiografía de la Historia que dictó en la Universidad Nacional de la Plata hasta 1946 y en 1949, durante el primer gobierno peronista, dio clases en la Universidad de la República, en Montevideo, en la materia Introducción a los estudios históricos, Filosofía de la Historia e Historia de la Cultura. En 1953 se publicó, bajo su dirección, la revista Imago Mundi, revista de historia de la cultura [2], que generó un espacio de producción cultural alternativo, aglutinando a un sector de intelectuales disidentes del peronismo. Casi una década después, entre 1962 y 1966, Romero asumió como decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, año en que fundó ya consolidado institucionalmente, la famosa cátedra de Historia Social General [3].
Es una de las referencias historiográficas cuyo itinerario intelectual es frecuentemente recordado por sus obras en el dominio de la historia medieval, con trabajos como La revolución burguesa en el mundo feudal de 1967 o Crisis y orden en el mundo feudo burgués del mismo año, campo temático que nunca abandonó, enfocando su abordaje en el mundo feudal de Occidente y sus crisis, la aparición de las ciudades y su protagonista, la burguesía. Incursionó en otros temas no menos frecuentes como el consagrado Las ideas políticas en la Argentina (1946), Breve historia de la Argentina (1965), El desarrollo de las ideas políticas de la sociedad argentina en el siglo XX (1965) y su última obra mayor, Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976).
Crítica a la Nueva Escuela Histórica
José Luis Romero comenzó a involucrarse en el ámbito académico en el interregno de las dos guerras mundiales y los convulsionados años 40. Convulsionados no solo por la inestabilidad económica mundial y el surgimiento de nacionalismos de derecha y conservadores sino porque en el terreno propio de la historia se vislumbraba el agotamiento del modelo de erudición del siglo XIX, inaugurado por el alemán Leopold von Ranke, con pretensión de objetividad científica que poco tenía de neutralidad, en la medida que contribuyó a la formación de una historia política –del tipo de las “historias nacionales”– acorde a las ideologías de Estado de los grupos dominantes. Pero fue la irrupción de nuevos fenómenos sociales de masas los que plantearon nuevas incertidumbres y problemas a la historia y una renovación de sus métodos. En nuestro país, aquella versión autóctona de la escuela alemana estuvo representada por la Nueva Escuela Histórica (NEH) que pregonaba de su validez científica en la crítica documental y fue promotora de la idea de erudición sostenida por Bartolomé Mitre. El golpe de 1930 no supuso su desaparición sino que acomodó sus fuerzas internas, favoreciendo a sus sectores más conservadores.
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