EXPLICA CON DOS CASOS DE LA VIDA DIARIA COMO PONES EN PRÁCTICA:
EL DON DEL CONSEJO Y LA PIEDAD
MINIMO DEBES USAR 10 RENGLONES PARA CADA EXPLICACION
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Debemos confesarles que hacer este post ha sido difícil (ha requerido varias cabezas pensando minuciosamente durante varios días). Y es que el Espíritu Santo nos resulta un desconocido y más aún sus siete dones. Por lo menos para mí ha sido todo un camino de comprensión y aprendizaje sobre quién es Él y cómo actúa en mi vida. ¡Y sigue siéndolo! pues creo que todavía logro vislumbrar muy poco de lo que Él hace.
Yo lo veo así, la mayoría de las veces si actuara yo, y únicamente yo, las situaciones de la vida (desde las más pequeñas hasta las más complejas) se tornarían un poco distintas. ¿A qué me refiero? Me molestaría mucho más, diría más tonterías, sería más egoísta, me costaría muchísimo más rezar, comprendería mucho menos algunos misterios de la vida… pero hay una fuerza que habita en mi interior, que me mueve, me concentra, me hace pequeña y me engrandece; en conclusión, me hace mejor ser humano: el Espíritu de Dios que vive en mí, que no es otra cosa que el amor.
Son muchas las situaciones en las que nos estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de lo que podría ser nuestra vida si dejamos que el Espíritu actué en ella. Acá les dejamos algunos ejemplos…
1. Don de ciencia:
DON1Por la ciencia podemos conocer el verdadero valor de la creación en su relación con el Creador. Podríamos ver este don en algo que nos pasa siempre, y que algunas veces nos damos cuenta y otras no: estar frente a un gran paisaje y solo “vernos a nosotros mismos dentro de él”. El reto está en ser capaces del asombro, salir de nosotros mismos para ver más, ver a Dios en su creación y en ella reconocer su amor.
2. Don de sabiduría:
DON2Es la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminados por este don, podremos ver desde el interior las realidades del mundo. ¡Imagínate como sería si viésemos las cosas como Dios las ve! El problema está en que la mayoría de las veces vemos y juzgamos las cosas desde nuestra perspectiva humana y esta, muchas veces, ¡es tan corta! y se deja llevar tanto por emociones y criterios pasajeros que termina empequeñeciendo nuestra vida. ¡Cuántas veces nos perdemos de cosas increíbles como una bonita relación por seguir los criterios del mundo!
3. Don del consejo:
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El don de consejo actúa como un soplo nuevo en la conciencia, ayudándonos a ver lo que es bueno, lo que nos hace felices, lo que nos conviene más. Nos pasa que frente a decisiones importantes en nuestra vida y cuando los demás se acercan a nosotros para pedirnos ayuda, no sabemos qué pensar, qué decir y menos cómo actuar… ¡Nos vendría tan bien abrirnos, estar en presencia de nuestro interior, de ese Espíritu que habita dentro! Para ver, para apoyar, para aconsejar y saber actuar.
4. Don de la fortaleza:
DON4La fortaleza nos hace obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las dificultades de la vida, para resistir las tentaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Creo que ninguno puede decir que siempre es fuerte, que siempre resiste ante la tentación. Una de las realidades más evidentes que nos hace toparnos con nuestra humanidad, es que somos frágiles; allí es donde nos encontramos con Dios, cuando nos experimentamos necesitados de su fuerza. Por eso, nunca dudemos en pedirla, ¡pero a tiempo! Antes de que sea demasiado tarde y tentaciones, como no ver lo que no nos hace bien, nos ganen.
5. Don de la piedad:
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La piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura con Dios y con los hermanos. Mucho tiempo pensé que ser piadosa significaba rezar y rezar como las señoras que veía de niña en la Iglesia… pero como don del Espíritu significa ponerme en los zapatos del otro, sentir con él. ¿Y cómo sentir lo mismo que Dios? ¡Pues buscando amarlo! ¿Y cómo lo amas más? Amando en esas pequeñas cosas a los demás: diciendo una palabra de aliento, saliendo de mi comodidad para ayudar a otro, no queriendo tener siempre la razón. Así seremos de esas almas –como dicen por ahí– que no gritan, pero aman.