Historia, pregunta formulada por alejanbru092006, hace 11 meses

Existe una relación entre lo sucedido en Europa en el siglo XVII con la situación en América Latina en el siglo XXI

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Contestado por eliavap
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Respuesta:

Las relaciones entre la Unión Europea (UE) y América Latina en la primera década del siglo

XXI han estado marcadas por grandes dosis de voluntarismo, que son las que han llevado a

hablar a ambas partes de la posibilidad de constituir una “asociación estratégica” birregional.

Sin embargo no son los únicos factores a considerar en unas relaciones que tienen numerosas

facetas e inclusive algunos claroscuros y contradicciones. Es bastante frecuente escuchar y

leer, tanto en documentos oficiales como en trabajos académicos, que las relaciones entre

ambas regiones son especiales a partir del hecho de compartir una serie de valores

civilizatorios, culturales e históricos. Una de las ideas que sustenta la existencia de ese

marco común es la pertenencia de América Latina a Occidente. Si se quiere, siguiendo a

Alain Rouquié1

se podría decir que América Latina pertenece al “Extremo Occidente”, pero

al Occidente al fin de cuentas.

A partir de aquí se concluye con bastante insistencia en que ambas regiones se declaran, y

son, mayoritariamente democráticas, y que en sus países los sistemas políticos giran en torno

a la ciudadanía, a la democracia representativa, la división de poderes, el estado de derecho y

el imperio de la ley. Gracias a ello es posible construir una “alianza estratégica” entre los 27

estados miembros de la UE y los 33 países de América Latina y el Caribe. Esta alianza, por

su elevado número de miembros, puede, y debe, tener una gran presencia, en la escena

internacional y en los organismos multilaterales, comenzando por Naciones Unidas.

Inclusive en el G-20, la presencia de tres países latinoamericanos (Brasil, México y

Argentina) se suma a otros cinco europeos (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y

España), más la propia UE. De este modo, en la medida que esta alianza logre consolidarse,

tanto la UE como América Latina estarían en condiciones de tener una fuerte presencia en

las negociaciones internacionales e influir de una manera muy importante en ellas y en la

confección de las respectivas agendas.

Es en este contexto que frente a las relaciones entre Europa y América Latina encontramos

dos posturas extremas, que oscilan entre el excesivo optimismo y el excesivo pesimismo.

Mientras la primera postura insiste en el gran potencial existente entre ambas regiones a

partir de compartir valores comunes, lo que ha llevado a avanzar considerablemente en el

proceso de construcción de una alianza estratégica, la segunda apunta a que pese a algunos

temas en común, las diferencias regionales son de tal calado que es imposible avanzar más

allá de algunos compromisos coyunturales. En realidad, como siempre ocurre, la respuesta

hay que encontrarla a mitad de camino, matizando adecuadamente las posiciones más

radicales mantenidas por los partidarios de ambos extremos. Esto se puede observar en un

análisis más a largo plazo de la relación, como se ha visto en las últimas dos décadas del

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