Castellano, pregunta formulada por earmijos, hace 8 meses

Estimable señor:

Como he pagado a usted tranquilamente

el dinero que me cobró por reparar mis

zapatos, le va a extrañar sin duda la carta

que me veo precisado a dirigirle.

En un principio no me di cuenta del

desastre ocurrido. Recibí mis zapatos

muy contento, augurándoles una larga

vida, satisfecho por la economía que

acababa de realizar: por unos cuantos

pesos, un nuevo par de calzado. (Éstas

fueron precisamente sus palabras y

puedo repetirlas.)

Pero mi entusiasmo se acabó de pronto.

Llegado a casa examiné detenidamente

mis zapatos. Los encontré un poco

deformes, un tanto duros y resecos. No

quise conceder mayor importancia a

esa metamorfosis. Soy razonable. Unos

zapatos remontados tienen algo de

extraño, ofrecen una nueva fisionomía,

casi siempre deprimente.

Aquí es preciso recordar que mis

zapatos no se hallaban completamente

arruinados. Usted mismo les dedicó

frases elogiosas por la calidad de sus

materiales y por su perfecta hechura.

Hasta puso muy alto su marca de fábrica.

Me prometió, en suma, un calzado

flamante. Pues bien: no pude esperar

hasta el día siguiente y me descalcé

para comprobar sus promesas. Y aquí

estoy, con los pies doloridos, dirigiendo a

usted una carta, en lugar de transferirle

las palabras violentas que suscitaron mis

esfuerzos infructuosos.

Mis pies no pudieron entrar en los

zapatos de hierro. No sé cómo ni con

qué artes se las arregló usted para dejar

mis zapatos inservibles. Allí están, en un

rincón, guiñándome burlonamente con

sus puntas torcidas.

Los que le di a componer eran unos

zapatos admirables que me habían servido

fielmente durante muchos meses. Mis

pies se hallaban en ellos como pez en

el agua. Más que zapatos, parecían se

parte de mi propio cuerpo, una especie

de envoltura en realidad una piel mía,

saludable y resistente. Sólo que daban ya

muestras de fatiga.

Quise, con espírtu ambicioso, prolongar

la vida de mis zapatos. Esta ambición

no me parece censurable: al contrario,

es señal de modestia y entraña un cierta

humildad. En vez de tirar mis zapatos,

estuve dispuesto a usarlos durante una

segunda época, menos brillante y lujosa que la primera

Además, esta costumbre que tenemos las

personas modestas de renovar el calzado es,

si no me equivoco, el modus vivendi de las

personas como usted.

Debo decir que el examen que practiqué

a su trabajo de reparación he sacado feas

conclusiones. Por ejemplo, la de que

usted no ama su oficio. Su usted, dejando

aparte todo resentimiento, viene a mi

casa y se pone a contemplar mis zapatos,

ha de darme toda la razón. Mire usted

qué costuras: ni un ciego podía haberlas

hecho tan mal. La piel está cortada con

inexplicable descuido: los bordes de las

suelas son irregulares y ofrecen peligrosas

aristas. Con toda seguridad, usted carece

de hormas en su taller, pues mis zapatos

ofrecen un aspecto indefinible. Recuerda

usted, gastados y todo, conservaban ciertas

líneas estéticas. Y ahora...

Pero basta ya. Le decía que usted no

le tiene amor a su oficio y es cierto. Es

también muy triste para usted y peligroso

para sus clientes, que por cierto no tienen

dinero para derrochar.

A propósito: no hablo movido por el interés.

Soy pobre pero no soy mezquino. Esta

carta no intenta abonarse la cantidad que

yo le pagué por su obra de destrucción.

Nada de eso, le escribo sencillamente para

exhortarle a amar su propio trabajo.

Le cuento la tragedia de mis zapatos para

infundirle respeto por ese oficio que la vida

le ha puesto en sus manos; por ese oficio

que usted aprendió con alegría en un día de

juventud... Perdón; usted es todavía joven.

Cuando menos, tiene tiempo para volver

a comenzar, si es que ya olvidó cómo se

repara un par de calzado.

Nos hacen falta buenos artesanos, que

vuelvan a ser lo de antes, que no trabajen

solamente para obtener el dinero de los

clientes, sino para poner en práctica las

sagradas leyes del trabajo. Esas leyes que

han quedado irremisiblemente burladas en

mis zapatos.

Sólo quiero decirle una cosa: si usted, en

vez de irritarse, siente que algo nace en su

corazón y llega como un reproche hasta sus

manos, venga a mi casa y recoja mis zapatos,

intente en ellos una segunda operación, y

todas las cosas quedarán en su sitio.

Yo le prometo que si mis pies logran entrar

en los zapatos, le escribiré una hermosa

carta de gratitud, presentándolo en ella

como hombre cumplido y modelo de

artesanos.

Soy sinceramente su servidor.


8. Transcribo las frases que describen cómo eran los zapatos y las frases
que los describen cómo quedaron.
• ¿Qué opinión tuvo el zapatero de los zapatos?
9. Escribo la razón por la que el autor de la carta piensa que tuvo un espíritu ambicioso.
• ¿Por qué el autor de la carta se piensa a sí mismo como una persona modesta?
10. Escribo la opinión que tiene el autor de la carta del zapatero y sus argumentos.
12. Escribo cuál es el pedido final que hacer el autor de la carta al zapatero.
11. Escribo la opinión que tengo del zapatero y la argumento.
Como eran Como quedaron


earmijos: peruntas
earmijos: 8. Transcribo las frases que describen cómo eran los zapatos y las frases
que los describen cómo quedaron.
• ¿Qué opinión tuvo el zapatero de los zapatos?
earmijos: 9. Escribo la razón por la que el autor de la carta piensa que tuvo un espíritu ambicioso.
• ¿Por qué el autor de la carta se piensa a sí mismo como una persona modesta?
earmijos: 10. Escribo la opinión que tiene el autor de la carta del zapatero y sus argumentos.
earmijos: 11. Escribo la opinión que tengo del zapatero y la argumento.
Como eran Como quedaron
earmijos: 12. Escribo cuál es el pedido final que hacer el autor de la carta al zapatero.
earmijos: 13 .¿Qué elementos de la estructura de la carta comercial encuentro también en la personal?

Respuestas a la pregunta

Contestado por jorgeventuratigo2021
0

Respuesta:

claro que sí que me gustaría saber si es posible que me toca ir a la escuela

Contestado por cedenoniurka
0

Explicación:

escribo cuál es el motivo de la carta

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