Historia, pregunta formulada por leandroisaias20, hace 1 año

escribir un texto en lo cual describes y expliques cómo nuestros antepasados resolvieron retos para vivir mejor

Respuestas a la pregunta

Contestado por ElChamito224
4

Respuesta:

Ellos crearon y adoraron el fuego ellos pudieron realizar herramientas para poder sobrevivir y hasta crearon sus propia escritura llamda las jeroglificas


leandroisaias20: gracias
ElChamito224: Me podrías dar un corazon? :3
patrickglsm2020: xd
patrickglsm2020: hala we
patrickglsm2020: hoa
patrickglsm2020: hola
ElChamito224: Que haces aquí?
ElChamito224: pero espero haberte ayudado ;v
patrickglsm2020: si ;V
Contestado por Adrippppp
2

Respuesta:

La enorme mayoría de los individuos carece de toda referencia o noticia importante con relación a la estirpe familiar de la que proviene. Una minoría muy pequeña puede remontar sus antecedentes a unas pocas generaciones atrás y otra, aún más insignificante, puede trazar una genealogía que atraviesa varios siglos y especular con un abolengo que, muy probablemente, es imaginario. Las genealogías familiares son útiles pero solo porque, lo mismo que los jardines británicos, estimulan la imaginación.

Pocas cosas reales nos unen en verdad a nuestros antepasados. La historia, como observó Nietzsche, es una referencia inútil para diseñar el presente, pese a que resulta fascinante para los niños y para los individuos algo fantasiosos que, como es bien sabido, se caracterizan por tener personalidades muy infantiles.

(Y que conste que digo esto por mi propia experiencia.)

Quizá haya un solo momento en que la vida de los antepasados cobra una dimensión mágica con relación a nuestras humildes existencias cotidianas, pero solo para desmentir que entre ellos y nosotros haya diferencias de fondo. Por ejemplo cuando, en alguna vitrina de museo, damos con un objeto que revela una costumbre muy cotidiana de nuestros antepasados –espejos, utensilios para darse afeites o para peinarse, mondadientes, broches ingeniosos, botones, llaves– o cuando, en alguna transcripción de un texto muy antiguo, en un poema elegiaco

(Oh, divino Anacreonte, oh, Arquíloco de Paros, delicado soldado mercenario…)

o en algún yacimiento de la Edad de Piedra, topamos con el rastro de una conducta que reproduce con fidelidad algo que hacemos todo el tiempo y cuyos detalles conocemos muy bien. Es entonces que descubrimos la asombrosa afinidad que tenemos con los primeros hombres. Hay pasajes de la Iliada que son casi domésticos, como cuando Paris, que ha sido vapuleado por Menelao en una justa individual, intenta reconciliarse con su esposa, la adúltera Helena. Paris usa los mismos argumentos que emplearía un obrero de Huelva para resolver una disputa conyugal:

Esposa, no me zahieras con amargos reproches. Hoy ha vencido Menelao con el auxilio de Atenea; otro día lo venceré yo, pues también tenemos dioses que nos protegen. Mas, ea, acostémonos y volvamos a ser amigos. Jamás la pasión se apoderó de mi espíritu como ahora: ni cuando, después de raptarte, partimos de la amena Lacedemonia en las naves que atraviesan el Ponto y llegamos a la isla de Cránae, donde me unió contigo amoroso consorcio: con tal ansia te amo en este momento y tan dulce es el deseo que de mí se apodera. (Ilíada, III, 59 passim)

Una gran mayoría de las tablillas cuneiformes que se conservan contienen los mismos mensajes que se leen en la publicidad que asoma por los bordes de nuestras páginas web: recetas de cocina, remedios milagrosos, horóscopos, oraciones mágicas para recuperar el vigor sexual o resúmenes de las cuentas del palacio de un señor muy acaudalado, apuntadas por un escriba aplicado. Leerlas –lo mismo que los papiros egipcios– depara a veces grandes sorpresas, porque muestra que toda esa gente muerta o desaparecida hace milenios, temía, deseaba, anhelaba o anotaba las mismas cosas que nosotros, que nuestros antepasados tenían la misma expectativa de felicidad y el mismo miedo a la muerte. El amor se expresaba con las mismas palabras, la evocación de los seres queridos muertos se hacía con unas letanías idénticas a las nuestras e iguales eran los compromisos y los intercambios y las normas: trueques y transacciones, esponsorios, consejos de padres a hijos, epitafios, reglas para la cría del ganado o para la conservación del grano o el manejo de las armas, conservadas después de haber sido aprendidas de la experiencia, cálculos astronómicos que muestran cuánto tiempo pasaban nuestros ancestros observando las estrellas, el fuego o las olas del mar, tal como hacemos nosotros.

Las ideas evolucionistas, el positivismo y, en general, el creciente predominio de la racionalidad técnica nos ha hecho pensar que somos mejores, más prudentes, más razonables y, a la postre, más civilizados que nuestros antepasados pese a que los vestigios y las huellas que estos han dejado nos muestran una y otra vez que somos la misma especie: una, simple e indivisible, enfrentada con perplejidad o resignación a su frágil existencia. Marx escribió que el hombre es un ser genérico que se constituye y reconstituye por efecto de la permanente sucesión de las generaciones, pero merece la pena recordar que esa refundación de sí mismo es posible por una identidad de espíritu conservada intacta, imperecedera, a lo largo del tiempo.

Quizá por eso, cualquiera que sea la pregunta que hagamos a nuestros ancestros, su respuesta fatalmente nos devuelve a nosotros mismos.

Explicación:

espero averte ayudado soy nueva a qui lo ise vien?

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