Castellano, pregunta formulada por fersofval, hace 11 meses

Escribe una parafrasis o resumen del siguiente texto: (plox a o menos largo) La envidia en el Perú Adaptado de La envidia en el Perú, Antonio Zapata. La República. 25 de marzo de 2009 Las declaraciones de un conocido futbolista sobre la envidia han despertado controversia entre la gente. Este ha afirmado que en el Perú no se soporta a quien sobresale. Por el contrario, siempre se trata de restarle méritos a cualquiera aunque sus logros se hayan obtenido con esfuerzo. En sus propias palabras emitidas en las redes sociales, estas críticas vienen de “reptiles que no alcanzan las alturas, que solo pueden arrastrarse”. Estoy en parte de acuerdo con lo que afirma el deportista. La envidia de los peruanos es un recordatorio de la rigidez de nuestra sociedad. En el Perú, pareciera que “bajarse” a quienes han ascendido socialmente es la única forma que encontramos para mejorar nuestra situación. Exageramos lo malo y hasta inventamos historias con tal de sacar del camino, aunque sea imaginariamente, a quien parece obstruir nuestro progreso. Así también, el llamado “raje”, la costumbre de reírnos de la desgracia de los demás, forma parte de nuestro humor nacional. Bajo esas condiciones, cualquiera que salga a la luz pública tiene que saber que se hablará mal de él o ella y se dirán miles de calumnias. Este es el precio de ascender en una sociedad tan difícil como la nuestra. Pero los comentarios del futbolista también expresan nuestra incapacidad para poder distinguir entre las calumnias y las críticas legítimas. Por el contrario, preferimos la sobonería. Una vez que hemos ascendido demandamos a nuestros inferiores que nos provean de una exagerada aceptación, y hasta toleramos que rajen de nosotros a nuestras espaldas, siempre y cuando no dejen de declarar oficialmente su sumisión. En más de una empresa pública o privada esta ley de llevarse bien con el jefe es la única ciencia que fundamenta la carrera profesional. No impera el mérito sino la vara. No sorprende, incluso, que en ocasiones el sobón y el rajón sean la misma persona. Son dos caras de la misma medalla: adular al de arriba y maltratar al que cae en desgracia. Por eso, es probable que quien haya disfrutado de la adulación y la fama durante un tiempo encuentre muy desleal la malicia con la que luego se hace escarnio de él. Pero nada justifica tratar de reptiles a quienes emiten alguna crítica. “Humilde con los poderosos y abusivo con los débiles”. Esta terrible sentencia circula en todos lados caracterizando el ser nacional. Los exitosos saben que son sujetos de constantes ataques inmisericordes. Esto los desgasta y empiezan a acostumbrarse a no oír a nadie, y a odiar a sus subordinados. Y los humildes, despreciados por los de arriba, miran el mundo con pesimismo; y casi con temor, toda forma de iniciativa o realización personal.

Respuestas a la pregunta

Contestado por esmeraldarobledo86
2

Respuesta:no se

Explicación:perdon

Contestado por lalo2238
3

Explicación:

Las declaraciones de Claudio Pizarro sobre la envidia han despertado diversos comentarios en los medios. Incluso César Hildebrandt ha escrito al respecto y nada menos que para darle una razón parcial al Bombardero de los Andes. El tema es la importancia de la envidia como motor de la conducta social en el país. La idea de Pizarro es que el Perú no soporta al que sobresale y trata de bajarlo de la posición que ha obtenido con su esfuerzo.

Años atrás, al respecto del mismo tema, el antropólogo Carlos Delgado escribió un artículo en la recordada revista Amaru. Allí se sustenta que la generalización de la envidia es consecuencia de la extrema rigidez de la estructura social peruana. Ascender es difícil y mejorar de posición es un bien escaso. No es posible que todos suban, porque las alturas son un lugar limitado, donde sólo entran pocos. Mientras que, en sociedades más horizontales, ascender socialmente es más simple y casi todos sus integrantes aspiran a realizar ese camino por sí mismos, sin tener que luchar contra los demás.

En el Perú, para ascender socialmente es necesario bajar a otro que ya ha ascendido. Derribar para subir. Por ello, el raje sirve para debilitar a quien levanta cabeza. Se inventan historias y se exagera para sacar de camino a un potencial rival que obstruye el ascenso que uno mismo quiere para sí. Así, el raje es asunto de multitudes y el mismo humor nacional es cáustico y negro. Nuestro mundo incluye una elevada dosis de maledicencia. Esa costumbre de reírnos hablando cosas horribles de los demás expresaría precisamente una envidia generalizada en la sociedad.

El arma del envidioso es el serrucho, se trata de hacer caer a quien está por encima. El que sale a la luz pública tiene que saber que se hablará mal de él o ella y se dirán miles de infundios. Es el precio de ascender en una sociedad tan difícil. Así, la solidaridad orgánica es muy débil, por el contrario prima una competencia feroz, que hace insoportable el ambiente en muchas instituciones, incluyendo algunas ONG.

Otro rostro del raje es la sobonería. Quien ocupa una posición busca conservarla simulando una exagerada fidelidad al que gobierna. Esa lealtad se evapora apenas cambia la situación. Asimismo, el sobón se congracia con el de arriba para que facilite su ascenso a las alturas. En más de una entidad pública o privada, llevarse bien con el jefe es una ciencia que fundamenta la carrera profesional. No impera el mérito, sino la vara.

Frecuentemente, el sobón es la misma persona que el rajón. Son dos caras de la misma medalla. Se hallan personas que soban al de arriba y maltratan al de abajo. “Humilde con los poderosos y abusivo con los débiles”. Esta terrible sentencia circula con profusión para caracterizar el ser nacional. Los exitosos saben que son sujetos de constantes ataques inmisericordes, se desgastan y acostumbran odiar a los débiles. Y los humildes, despreciados por los de arriba, miran el mundo con pesimismo; la vida carece de futuro.

La explicación que formula Carlos Delgado enfatiza en la sociedad patrimonial, como marco de la extendida envidia social. Según su parecer, el patronazgo es la clave organizativa de la sociedad peruana. No imperan los valores democráticos ni las normas culturales asociadas al capitalismo. Sigue siendo una sociedad tradicional, donde los contactos y las relaciones personales son la clave del ascenso. Ese régimen patrimonialista incluye al Estado y forma la peruanidad.

El modo más sencillo de hacer negocios es cargarle la cuenta al gobierno. Por ejemplo, privatizaciones abusivas y privilegios bajo la mesa. La regla siempre ha sido maximizar la ganancia particular para arrojar las pérdidas al Estado y a los trabajadores. La sociedad de la envidia es también del egoísmo y el Estado peruano es el instrumento político de ese sentimiento pernicioso, porque aniquila el sentido de patria.

Entre la envidia y el egoísmo se halla una asociación poderosa. Son dos motores que nos carcomen como país. Los enemigos no hay que buscarlos fuera, no están en Chile ni allende nuestras fronteras. Somos hermanos enemigos de nosotros mismos.

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