escribe una forma en q manifiestas tu vocación de servicio con tu familia
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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
(15) PÉRDIDA DEL CONCEPTO DEL PECADO PERSONAL Y DE LA ACTIVIDAD DEL DEMONIO CONTRA LA GENTE DE FE.
La vida santa ya no es vista como ascesis ni martirio, sino como una demostración de bondad. Ha desaparecido el Sacramento de la penitencia como tal: se acercan algunos que quieren ser escuchados, pero ya no saben qué es el pecado o se acostumbraron a vivir «como les parecía». Los católicos ya no creen en el Juicio Final ni en la Justicia de Dios, ni en el Purgatorio y en el valor de la Indulgencia Plenaria.
C. Una familia cristiana fomenta las vocaciones.
Es una tarea delicada, porque los padres son llamados a preparar, cultivar y defender las vocaciones que Dios suscita en su familia. Por eso, necesitan enriquecerse ellos y los suyos con valores espirituales y morales: una religiosidad convencida, una consciencia iluminada, y un exacto conocimiento de la vocación.
El paso decisivo que debe dar toda familia es poner a Jesús como modelo de vida y, entonces tomar conciencia de ser lugar electo para un real crecimiento vocacional. Esa tarea sabe que Dios obra el querer y el obrar según su Voluntad (Filip 2, 13), y que quien comenzó la buena obra, la llevará a cabo hasta el día de Cristo Señor (Filip 1, 6).
La estabilidad de la estructura familiar es la condición para que crezcan y maduren vocaciones sagradas, y es la mejor respuesta a la cuestión vocacional. Por ello, aquí se presentan esas fuerzas:
: Brindar amor y respeto.
Hay que demostrar a los hijos confianza y respetar su libertad desde temprana edad, sabiendo que el Espíritu Santo actúa en sus almas desde el Bautismo. Los hijos deben saber que nuestro amor de padres es incondicional.
: Hablar positivamente acerca de la vida sacerdotal y religiosa
Hablarles con frecuencia en términos positivos de la Iglesia y la grandeza de la llamada a una vida consagrada. Algunas personas que han dedicado su vida a la Iglesia no han sido fieles a su vocación. No hay que hablar de modo negativo de ellos: son la parte humana de la Iglesia. Los hijos deben saber que oramos por ellos cada día, para que sean santos, felices y generosos cualquiera sea el llamado que reciban de Dios. Nos preocupa su educación, salud, logros, carreras; pero eso es secundario comparado con una vida de virtud y paz en este mundo y luego la felicidad en la otra vida.
: Motivar a los jóvenes a pensar sobre los distintos modos de ayudar a la gente.
Es bueno enseñarles a valorar la pobreza y el desapego. Que tengan demasiado dinero. No permitir que compren a su antojo o que midan a las personas por las cosas que poseen. Que aprendan a que las cosas les duren y a vivir sin ellas tranquilamente. Que aprendan a compartir con gozo. Que usen sus veranos de modo útil: que trabajen o usen su tiempo sirviendo con generosidad a otras personas menos afortunadas.
Hacer que la oración sea parte esencial de la familia al tomar decisiones.
Orar sin cesar por las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Aprovechar ocasiones de compartir con los que pasan dificultad.
Analizar qué respuesta darían si un vecino está enfermo, desempleado, solo o incomprendido.
Motivar a los hijos para que ofrezcan de buena gana su tiempo, talentos y destrezas.
Rezar con cada miembro de la familia y por ellos.
Hablar acerca de su vida como una vocación – en su calidad de esposo o esposa, padre o madre.
Destinar tiempo para la familia durante la semana – compartir tiempo con cada hijo.
Mantener una vida sencilla de piedad en el hogar, según las edad y condiciones de los hijos.
Una vez al Cura de Ars qué era lo mejor que podían hacer por sus hijos. Contestó que lo mejor era llevarlos a menudo a Jesús en la Eucaristía y en el Sacramento de la Penitencia. Hay que buscar la forma de hacer esto y que lo encuentren atrayente, respetando al mismo tiempo su libertad. Deben ver que sus padres llevan una vida más devota que la de ellos. Que miren a sus padres orando, asistiendo a Misa, a la confesión, leyendo la Escritura, rezando el Rosario. Observarán que las fiestas cristianas son muy importantes en la familia. Notarán que para esto a veces hay que sacrificarse. Por eso, complacer a Dios no a la gente es la prioridad en sus vidas. Dar la oportunidad a los hijos para que guíen la oración y recen usando sus propias palabras.
Invitar a su casa a los sacerdotes y religiosos.
discernir y responder la llamada.