Historia, pregunta formulada por Baee09, hace 4 meses

Escribe un texto donde analices reflexivamente la captura del inca Atahualpa por parte de pizarro

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Contestado por SeptiembreXD
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Respuesta:

El Imperio incaico se encontraba en la última fase de una larga guerra civil por la sucesión al trono, en la cual uno de los pretendientes, Atahualpa, acababa de capturar a su medio hermano y rival por el trono, Huáscar. Mientras, por su parte, el español Francisco Pizarro y cuatro hermanos encabezaban una expedición de conquista compuesta por 168 hombres y 62 caballos, la cual había partido de Panamá en diciembre de 1531.13​

Soto partió acompañado de veinte jinetes, entre los que se encontraba Diego García de Paredes. Cuando la avanzadilla se hallaba ya a medio camino, Pizarro viendo desde lo alto de una de las «torres» de Cajamarca las numerosas tiendas de campaña que conformaban el campamento del Inca, temió que sus hombres pudieran sufrir una emboscada, y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte encabalgados más.

El Inca descansaba en un palacete situado en medio de un pradillo cultivado, situado un poco más atrás del campamento inca. Unos cuatrocientos guerreros incas, desplegado en el pradillo, custodiaban la residencia del Inca. Soto y sus hombres, después de cruzar el campamento, llegaron ante la puerta del palacete y, sin bajar de sus caballos, enviaron a Felipillo para que solicitase la presencia del Inca. Un «orejón», un noble inca, fue donde su señor con el mensaje y los españoles quedaron a la espera de alguna respuesta. Sin embargo, transcurría el tiempo, sin que nadie saliera dando una respuesta y en eso llegó Hernando Pizarro, junto con cuatro españoles, todos a caballo (el resto de los jinetes se había quedado a las puertas del campamento, a la expectativa de lo que sucediera). Sin bajarse del animal, Pizarro se dirigió a Soto preguntándole por el motivo de su demora, a lo que este respondió «aquí me tienen diciendo ya sale Atahualpa... y no sale». Hernando Pizarro, muy molesto, le ordenó a Martinillo que llamara al Inca, pero como nadie salía, se encolerizó aún más y dijo: «¡Decidle al perro que salga...!»

Tras el agravio de Hernando Pizarro, el orejón Ciquinchara salió del palacete a observar la situación e informando a Atahualpa que se hallaba afuera el mismo español que lo había descalabrado en Poechos (sede del curacazgo de Maizavilca, en Piura), cuando se hallaba espiando el campamento español. Fue entonces cuando Atahualpa se animó a salir, caminando hacia la puerta del palacete y procediendo a sentarse sobre un banco colorado, siempre tras una cortina que únicamente dejaba ver su silueta. De este modo, podía observar al enemigo sin ser visto.

De inmediato, Soto se acercó a la cortina, aún encabalgado, y le presentó la invitación a Atahualpa, aunque este ni siquiera lo miró. Más bien, se dirigió a uno de sus orejones y le susurró algunas cosas. Hernando Pizarro se molestó nuevamente y comenzó a vociferar una serie de cosas que acabaron por llamar la atención del Inca, quien ordenó que le retirasen la cortina. Su mirada se dirigió muy particularmente al osado que lo había llamado «perro». Sin embargo, optó por responder a Soto, diciéndole que avisara a su jefe que al día siguiente iría a verlo donde ellos estaban y que ahí deberían pagarle todo lo que habían tomado durante su estancia en sus tierras.​

Hernando Pizarro le dijo a Matinillo que le comunicara al Inca que entre él y el capitán Soto no había diferencia, porque ambos eran capitanes de Su Majestad. Pero Atahualpa no se inmutó, mientras cogía dos vasos de oro, llenos de licor de maíz, que le alcanzaron dos mujeres. Sin embargo, Soto le comentó al Inca que su compañero era hermano del gobernador. El Inca siguió mostrándose indiferente ante Hernando Pizarro, pero finalmente se dirigió a él, entablándose un diálogo, durante el cual el español se jactó de la superioridad bélica de sus hombres.​

Luego, el Inca ofreció a los españoles los vasos de licor, pero aquellos, temerosos de que la bebida estuviera envenenada, se excusaron de tomarla, diciendo que estaban en ayuno. A lo que el Inca replicó diciendo que él también estaba ayunando y que el licor de ningún modo hacía romper el ayuno. Para que se disipara cualquier temor, el Inca probó un sorbo de cada uno de los vasos, lo que tranquilizó a los españoles, que bebieron entonces el licor.  Finalizó la entrevista con la promesa de Atahualpa de ir al día siguiente a encontrarse con Francisco Pizarro.

Los españoles convencieron al Inca de solo llevar sirvientes y no soldados al encuentro como gesto de buena voluntad, aunque de igual modo Atahualpa llevó a su lado a algunos cientos de soldados de su guardia imperial. Le seguían de 30 000 a 40 00016​ sirvientes y guerreros desarmados por orden suya (porque pensaba capturar a los españoles como a animales: solo con las manos, y de ser necesario, usando boleadoras). Pizarro los esperaba con 180 españoles y 37 caballos, más indios auxiliares

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