Escribe sobre los hechos ocurridos el 23 de octubre de 1931 de Paraguay
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Hace ya 87 años, un 23 de octubre de 1931, ocurrió un hecho que enlutó al pueblo paraguayo.
El conflicto con Bolivia por la posesión del territorio chaqueño se iba agravando y la cuestión no era ajena a ningún ciudadano. La penetración boliviana era real y señalada de manera puntillosa por los opositores al Gobierno de José Patricio Guggiari.
Los antecedentes inmediatos se dieron en una sesión ordinaria de la Comisión Directiva del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de la Capital. En la misma se resolvió que mediante una asamblea del Centro Estudiantil -entidad que nucleaba a estudiantes secundarios y universitarios- se realizaría una gran manifestación el día 22 de octubre en horas de la tarde.
Se fijó como punto de reunión la plaza Uruguaya y los objetivos de dicha manifestación fueron protestar ante el Poder Ejecutivo por los sangrientos hechos ocurridos en el fortín Masamaklay, reclamar urgentes medidas tendientes a fortalecer la defensa nacional, plantear la necesidad del regreso de los Jefes y Oficiales del Ejército que estuviesen en el extranjero.
En la mañana del 23 de octubre, una nueva manifestación de estudiantes y obreros se congregó en la plaza Uruguaya. Para convencer a los reacios adujeron que varios estudiantes habían sido salvajemente golpeados por las fuerzas del orden frente al domicilio del Presidente. Motivado, parte del estudiantado se unió a la protesta incitados por los dirigentes.
Rápidamente, la manifestación se lanzó a la calle, con bombas de estruendo. Marchando por la calle Palma, en la esquina de la actual Nuestra Señora de la Asunción, el estudiante Hilario Gómez detuvo un tranvía y montándose en él, dirigió una arenga a los concurrentes, pidiendo protestar violentamente por los sucesos de la noche anterior. De allí pasó a la Escuela Normal de Profesores para incitar al alumnado. Posteriormente la multitud atacó a pedradas la sede del Ministerio del Interior, hasta cuyo zaguán penetraron algunos exaltados, preguntando por el ministro (Justo Pastor Benítez). Mientras tanto -y en vista a la violencia demostrada por los manifestantes- el ministro de Guerra y Marina, recomendó al Presidente Guggiari buscar refugio en la Escuela Militar, pero el mandatario resolvió quedarse en su despacho ubicado en el Palacio de López, disponiendo que el ministro Casal Ribeiro fuera hasta la Escuela Militar para, desde allí, tomar las medidas necesarias del caso.
Momentos después, la manifestación llegó frente al Palacio de Gobierno siendo detenida por un cordón de vigilantes y marineros. Allí, los manifestantes profirieron gritos contra el gobierno y contra el mandatario.
La guardia del Palacio constaba habitualmente de 11 marineros, ese día al mando del guardia marina Silvio Riveros. Este, ante la presencia de la manifestación popular, llamó a su superior sugiriendo el refuerzo de la guardia presidencial. Fueron enviados ocho hombres, respondiendo al pedido de Riveros, a los que se unieron otros dos oficiales.
A instancia de estos Oficiales, el Departamento de Marina envió un fusil ametrallador Madsen, con una dotación de hombres para manejarlo, al mando del armero Epifanio Vázquez Riveros.
La ametralladora fue colocada primeramente, en el corredor principal del Palacio, pero, posteriormente alzada a la azotea. La dotación de hombres de la Guardia Presidencial era de 23, armados con fusiles chilenos más el fusil ametrallador.
Posteriormente se sumaron 51 hombres más, del Batallón de Seguridad, parte de los cuales accedieron al edificio cuando ya la manifestación había rebasado la dotación ubicada en el frente de la sede de Gobierno.
La columna de manifestantes que a toda costa quería penetrar en el Palacio de Gobierno era contenida por el cordón policial con singular energía. Los agentes del orden público formaban un dique de contención de la frenética oleada humana, cumpliendo su deber bajo una lluvia de piedras.
Finalmente ocurrió lo inevitable: superada la guardia ingresaron al patio del Palacio de López con miras de acceder al edificio. Allí las ametralladoras y la confusión segó la vida de Julio César Franco, estudiante de Medicina; Benigno e Ismael González, estudiantes de Comercio; Eugenio Gómez, Marcial Méndez, Alfredo González Taboas, Serafín Vidal, Liberato Ruiz y Celestino Ramírez, estudiantes de Bachillerato; y Marcial Royg Ocampos, estudiante de Primaria. También quedaron más de dos docenas de heridos.
A raíz de este acontecimiento el presidente Guggiari se sometió a juicio político para responder por los hechos ocurridos. Esta tragedia era el preludio a lo que deberíamos los paraguayos enfrentar menos de un año después en las calientes arenas del Chaco.
Los valientes estudiantes no fueron ajenos a la situación política de nuestro país y nos legaron el ejemplo de una juventud con ideales y preocupada por el devenir de su patria.
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A paraguay se le quitó gran parte deLo pueblo