Salud, pregunta formulada por isambedoya, hace 9 meses

Escribe dos enfermedades del sistema digestivo y como lo cuidas para
evitarlas.

Respuestas a la pregunta

Contestado por Seoulv
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Respuesta:

Enfermedad de Reflujo Gastroesofágico

Cuando el ácido del estómago retrocede a tu esófago (una condición conocida como reflujo gástrico), sientes un dolor ardiente en el centro del pecho. Esto suele ocurrir después de comidas o durante la noche.

Aunque el reflujo gástrico es común, si los síntomas afectan tu vida cotidiana o se presentan al menos dos veces a la semana, puede ser una señal de la Enfermedad de Reflujo Gastroesofágico, que ya se trata de una enfermedad crónica.

Si presentas acidez estomacal, mal aliento, erosión en los dientes, náusea, dolor en el pecho o problemas para tragar o respirar, debes acudir al médico.

La enfermedad de Crohn

La enfermedad de Crohn forma parte de un grupo de enfermedades digestivas llamadas enfermedades intestinales inflamatorias. El Crohn afecta mayormente la parte final del intestino delgado, pero puede localizarse en cualquier parte del tracto digestivo.

Los síntomas más comunes son: dolor abdominal, diarrea, sangrado rectal, pérdida de peso y fiebre.

Ésta es otra de las enfermedades autoinmunes de esta lista, lo que significa que el propio sistema ataca las células del cuerpo, creyendo que son agentes invasores.

Enfermedad celíaca o celiaquía

La celiaquía es una seria sensibilidad al gluten, una proteína localizada en el trigo, el centeno y la cebada. Al comer gluten, el sistema inmunológico comienza a atacar al cuerpo, dañando el proceso de absorción de los nutrientes de las comidas que se ingieren.

Se calcula que el 83% de la población tiene la enfermedad celíaca, pero no lo saben debido a un diagnóstico incorrecto o a que se puede confundir con otra condición; esto la convierte en una de las enfermedades digestivas más comunes a nivel global.

Algunos síntomas de celiaquía en los niños son: dolor abdominal, diarrea, estreñimiento, vómito y pérdida de peso. En los adultos: anemia, fatiga, pérdida ósea, depresión y, en casos extremos, convulsiones.

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