escribe caracteristicas de las viviendas obreras y burguesas, teniendo en cuenta, los beneficios y perjuicios que le traían a cada familia que las habitaban.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:os hogares que habitamos son un invento de no hace mucho: la comodidad doméstica, sello de la morada actual, apenas se había introducido en las hogares occidentales antes de comienzos de siglo, pero ya se había difundido cinco lustros más tarde (W. Rybczynski, 1989: 222-223). Lo que supuso un cambio tan radical como duradero. De tal modo, que las alegres casas de los años veinte nos resultan todavía familiares a más de media centuria de distancia; mientras que a quienes habían formado su hogar con anterioridad a 1900 les debieron de parecer extrañas y ajenas: "Hasta entonces -sostiene Witold Rybczinski- la recreación del pasado era plausible, aunque fuera rara; a partir de 1920 se convirtió en una excentricidad" (W. Rybczynski, 1989: 223).
Y es que el hogar representa un estilo de vida que rebasa la mera materialidad del habitáculo y de los objetos en él contenidos: su particular configuración es fiel trasunto de la concreta sociedad que le da el ser. De aquí, el significativo contraste -pongo por caso- entre el hogar de nuestros abuelos y el nuestro. La actual familia restringida, inherente a la nueva clase media, no concibe su hogar de forma pareja a como lo hacía la amplia familia de las viejas capas medias de hace un siglo. De uno a otro momento, las creencias, los valores, los sentimientos, las normas de la sociedad han experimentado cambios substanciales. Que, como no podía ser menos, han afectado a los fundamentos mismos del hogar y su contenido . No en vano la casa -en atinado símil orteguiano- es el traje de la familia, y para no caer en mascaradas, en cada época, hay que vestir al gusto imperante.
De la contingente naturaleza de los modelos de hogar, que es tanto como apuntar a su artificiosa construcción social, trato en el presente trabajo. Con tal fin, me detengo en los dos modelos más cercanos a nosotros: aquellos que, sin mayores afinamientos ni sutilezas conceptuales, suelen recibir el nombre de hogar burgués y hogar moderno.
EL HOGAR BURGUÉS
Espacios y objetos.
El interior de la vivienda burguesa es resultado de una severa ordenación racional que comienza por dividirlo en tres grandes espacios, como bien pone de manifiesto Guerrand: "Comprende obligatoriamente un espacio público de representación, un espacio privado para la intimidad familiar y espacios excusados" (Roger-Henri Guerrand , 1990: 338). La sala, el comedor, el gabinete pertenecen al espacio público; la alcoba, el cuarto de estar, el cuarto de tocador, al privado; el retrete, al excusado. Aunque, en su conjunto, la casa constituye un espacio unitario cerrado al exterior hostil: "Después de la entrada -añade Guerrand- la antecámara, destinada a la distribución, se impone como un tamiz que no puede franquearse sin ser invitado uno a ello" (Roger-Henri Guerrand , 1990: 338).
La división por sexo y edad del grupo familiar se refleja nítidamente en la estricta organización física del hogar: cada habitación tiene asignada una aplicación específica, sirviendo de escenario para la representación de papeles sociales muy diferenciados: en el despacho, el cabeza de familia atiende a sus negocios; en el gabinete, la señora de la casa platica animadamente con sus amistades; en el cuarto de los niños, el preceptor les impone en las reglas de urbanidad; en la cocina, la servidumbre prepara la cena (J. Baudrillard ,1981: 13). Nada se deja al azar o al capricho: cada miembro integrante del hogar se ocupa diligentemente de la tarea que le corresponde en el lugar apropiado. Sólo un momento -no menos fijo que los demás- de encuentro y convivencia de los miembros de la familia: acabada la comida -nos apunta de nuevo Guerrand-, levantado el mantel, la esposa tomaba un bordado, el marido un libro, los niños un juguete, y se charlaba libremente (Roger-Henri Guerrand, 1990: 339).
El salón, junto con el comedor, compone una pieza de primer orden en cuanto ámbito donde se produce el encuentro ceremonial de la familia burguesa con la buena sociedad, a la que pertenece. En su solemne recinto, en días señalados, se despliega con la cadencia de una danza ritual el refinado juego de las apariencias: vajillas de delicada porcelana, fuentes y candelabros de plata, ricos tapices, alfombras orientales, valiosos cuadros, sedosas tapicerías, mesas y sillas de rojiza caoba, lámparas de fino cristal, cortinas de damasco se exhiben, con estudiada naturalidad, a los invitados.
Explicación: