Historia, pregunta formulada por kimberly200713, hace 4 meses

escribe algunas acciones con las cuales puedes vigilar defender y promover la libertad expresión​

Respuestas a la pregunta

Contestado por mileyclik
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Respuesta:

En la última campaña electoral peruana, uno de los fundados temores que nacional e internacionalmente despertaba el candidato Ollanta Humala era si respetaría o no la libertad de expresión, tomando en cuenta los condenables atropellos que la prensa y la disidencia política y civil han sufrido —y sufren— en países como Venezuela y Ecuador, cuyos actuales gobiernos podrían ser calificados como ideológicamente afines al del hoy Presidente peruano. Humala ganó las elecciones y, por lo menos hasta ahora, no hay indicio razonable alguno que haga sospechar intenciones intervencionistas o autoritarias en materia de libertad de expresión, más allá de la estridencia de diarios como Correo, que no pierde la esperanza de algún complot del Gobierno contra la prensa.

Lo ocurrido es, más bien, lo contrario: en septiembre último vino al Perú la actual Relatora Especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la colombiana Catalina Botero. Si bien fue una visita no oficial, tuvo oportunidad de dialogar y tomar contacto —en un clima de total libertad— con autoridades gubernamentales, con la comunidad internacional acreditada en el Perú, con periodistas de varias ciudades del país, con universidades, medios de comunicación, defensores de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil. Además, hace unas semanas se llevó a cabo, en Lima, la Conferencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que agrupa a los dueños de los principales medios de comunicación del continente.

Dicho lo anterior, nos preocupa en cambio el casi nulo debate en el Perú sobre cómo hacer, en democracia, para regular razonable y legítimamente la propiedad y la concesión de licencias de los medios de comunicación radiales, televisivos y electrónicos, no con el ánimo de someterlos al poder de turno, sino con la finalidad democrática de asegurar el cumplimiento de otra de las caras esenciales de la libertad de expresión: el derecho del ciudadano y la ciudadana de ser plural, libre y debidamente informado.

La libertad de expresión es “pilar de la democracia” —como lo han declarado la Comisión y la Corte interamericanas—, porque es indispensable para la “libre circulación” de información, ideas y opiniones, y, por ende, para que los ciudadanos nos formemos una opinión de la cosa pública y luego debatamos, fiscalicemos o votemos. Otra de las razones para erigir a la libertad de expresión como pilar de la democracia es que se trata de un derecho insustituible para denunciar la violación de otros derechos fundamentales, como a la vida, la salud o los derechos políticos. En otras palabras, al proteger la libertad de expresión se está protegiendo, a la vez, la democracia y otros derechos humanos.

Desde esta perspectiva, la libertad de expresión no es exclusiva de los periodistas ni, menos aun, de los dueños de los diarios y estaciones de radio o televisión. Ella le pertenece a la sociedad en su conjunto y a todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas, ricos y pobres, lo que por cierto comprende también a los hombres de prensa y propietarios de medios. De lo que se colige que un gobierno democrático no solo tiene el derecho sino también el deber de propiciar que todos los ciudadanos cuenten con condiciones mínimas para informarse y expresarse plural y libremente, con lo que la concentración de la propiedad pública o privada de los medios de comunicación (a través de monopolios u oligopolios) y la escasa pluralidad de la información también conspiran contra la libertad de expresión.

Es por eso muy lamentable que, cada vez que la prensa escucha una voz, por tímida que sea, que sugiere este enfoque en el Perú, de inmediato le caen con todo para acusarla de velasquista o de chavista. Es cierto que los terribles espejos venezolano y ecuatoriano están ahí para espantar a cualquiera, como lo es que el recuerdo de la confiscación de los medios de comunicación en el Perú durante el velasquismo aún retumba fuerte en la memoria de muchos. Se suele olvidar, sin embargo, que, en un tiempo bastante más cercano, durante los años noventa, la prensa también fue capturada, pero no con métodos de cuartel sino de mafia que compró —al contado— la línea editorial de los principales medios. Nada de eso fue fantasía: sucedió y viene perpetrándose aún hoy en otros países de la región.

Explicación:

espero que te allá servido

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