Escriba por lo menos en 5 líneas un final a está lectura :
"unos Lentes rotos"
Era primavera, el 2 de marzo de 1986, cuando el aroma del café negro que
tanto le gustaba y que solo se daba en ese lugar llegó a la nariz de Javier, un
joven de dieciséis años, buena estatura, pelo negro, cejas tupidas y bien
formadas, delgado y risueño. Estaba solo en casa, era alrededor de las cuatro
de la tarde, su mamá se había ido, como casi todos los días. Javier no conocía
a su papá, apenas tenía una foto vieja de él. Pensó en salir a caminar, estaba
aburrido, planeó realizar el trayecto de siempre: una vuelta por el centro de la
ciudad y regresar a casa por el “camino peligroso”, como lo conocía
comúnmente la gente de aquel lugar. A él nunca le había pasado nada, así que
estaba tranquilo.
Mientras iba caminando de vuelta, vio a un señor de estatura media, con un
traje negro y viejo, además de un gran sombrero oscuro, unos lentes rotos y un
cigarrillo en su boca. Entonces aquel hombre le dijo tartamudeando: “Ey, joven,
¿puedes acercarte? Tengo algo muy importante que decirte”. Cuando Javier se
aproximó, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en una habitación muy
oscura y sin ventanas; también había unos zapatos manchados, aunque no se
distinguía bien de qué. La puerta de aquella habitación estaba muy apolillada,
por lo que Javier pudo romperla con unas patadas.
Cuando estuvo afuera encontró un pasillo muy largo con las paredes sucias y
telarañas por todos lados; allí había personas muertas y ensangrentadas
colgadas de sogas desde el techo. Al parecer habían sido cortadas desde el
pecho hasta el ombligo para extraer algunos órganos. Siguió por el pasillo
hasta llegar a una puerta que tenía un letrero de oro encima que decía: “Tylor
Sanz”. En ese momento, la curiosidad era más grande que el miedo y cada
minuto era una gota de sudor que recorría la frente, pasaba por las patillas y
terminaba en la quijada antes de caer al suelo. Su mano temblaba, oía
claramente su corazón acelerado.
Cuando abrió la puerta se encontró con el señor que lo había llamado sentado
en una silla de madera; en una mesa reposaban una taza de café y un pan. En
la esquina opuesta se encontraba otra silla, pero esta era muy diferente, pues
era muy cómoda y, al parecer, de buena calidad. El hombre solo dijo: “Toma
asiento”, y Javier se sentó. Fue así como pudo ver por primera vez sus ojos,
azules claros, y notó que parecía tener la mirada perdida.
Entonces él le contó sobre una maldición de los lentes que tenía y también
acerca de Tylor Sanz, el psicópata que los había construido y que, además,
traficaba órganos. Cuando Javier iba a preguntar algo sintió una mano en su
hombro y una fuerte respiración que chocaba con su cuello. Cuando giró su
cabeza vio a un gran señor con una cruz como colgante, con la frente calva
pero cabello por los lados y una enorme daga en su mano; parecía que iba a
intentar introducirla por su espalda. Rápidamente reaccionó y dio un brinco
hacia la pared para evitar cualquier intento de asesinato. El hombre que estaba
sentado se levantó y se apresuró a intentar atraparlo, mientras que el que tenía
la daga esperaba cerca de la silla. Javier se dio cuenta de una pequeña reja
que conducía a una sala e intentó salir desesperadamente por allí, mientras el
hombre lo seguía muy de cerca. Cuando estaba logrando escapar, el hombre le
agarró de un tobillo para que no escapara, pero Javier le dio una patada y salió.
Cuando volvió a la sala encontró a mucha gente arrodillada: se trataba de una
iglesia. Todo estaba muy tranquilo y Javier se encontraba muy agitado y
sorprendido, no sabía qué hacer. Sin embargo, salió de aquel lugar y llegó a la
plaza más grande de la ciudad, donde se situaba aquella iglesia.
No pensó dos veces en regresar a su casa. Cuando llegó su mamá estaba
preocupada y con la Policía rodeándola. Javier se puso a llorar y la abrazó,
aunque no contó nada de lo que había visto, solo dijo que no recordaba nada.
Al día siguiente recibió una carta anónima, con una particularidad: tenía el
dibujo de una cruz, un sombrero y una soga. Además, decía lo siguiente: “¿Son
tuyos los zapatos de la habitación?”.
Javier regresó a la iglesia una semana después. Como de costumbre, había
mucha gente allí. Buscó el conducto por donde había escapado, pero solo
encontró una pared. Al salir, halló una caja en la entrada, se sentó cerca de la
iglesia y la abrió. Dentro había una foto del señor de los lentes.
Después de cuarenta y siete años de aquel suceso, Javier estaba parado en la
zona peligrosa, cuando vio a un joven que pasaba por ahí y le dijo: “Ey, joven,
¿puedes acercarte? Tengo algo muy importante que decirte”
Respuestas a la pregunta
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Respuesta:
quedateen casa
usa mascarilla
protegete por favor
usa él gel de manos para que no te contables e covid
Explicación:
kaekekekkjjjsjjs
angeles25092009:
XD
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