Matemáticas, pregunta formulada por gonzalo1234zorito, hace 2 meses

—Es un enamoramiento ridículo —gorgojeaban las otras golondrinas—. Ese junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.
Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.
Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.
Una vez que se fueron, su amiga sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.
—No sabe hablar —decía ella. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.
Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.
—Veo que es muy casero —murmuraba la golondrina—. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.
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—¿Quieres seguirme? —preguntó por último la golondrina al junco.
Pero el junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.
—¡Te has burlado de mí! —le gritó la golondrina. Me marcho a las pirámides. ¡Adiós!
Y la golondrina se fue.
Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.
—¿Dónde buscaré un abrigo? —se dijo—. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.
Entonces divisó la estatua sobre la columnita.
—Voy a cobijarme allí —gritó—. El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.
Y se dejó caer precisamente entre los pies del príncipe feliz.
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—Tengo una habitación dorada —se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.
Y se dispuso a dormir.
Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.
—¡Qué curioso! —exclamó—. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo, llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.
Entonces cayó una nueva gota.
—¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? —Dijo la golondrina—. Voy a buscar un buen copete de chimenea.
Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota.
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La golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!
Los ojos del príncipe feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.
Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la golondrinita sintióse llena de piedad.
—¿Quién sois? —dijo.
—Soy el príncipe feliz.
—Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? —Preguntó la golondrina—. Me habéis empapado casi.
—Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre —replicó la estatua—, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en
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el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el príncipe feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí, y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.
—¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley? —pensó la golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.
—Allí abajo —continuó la estatua con su voz baja y musical—, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está
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abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de la corte, la más bella de las damas de honor de la reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal y no me puedo mover.
—Me esperan en Egipto —respondió la golondrina—. Mis amigas revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del gran rey. El
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mismo rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.
—Golondrina, golondrina, golondrinita —dijo el príncipe—, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!
—No creo que me agraden los niños —contestó la golondrina—. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento de tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras, las golondrinas, volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco
me sacan un recumen ;v?

Respuestas a la pregunta

Contestado por mgmun1048
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Quiza xd ponlo en el traductor de gogoe a ingles y copias el texto en ingies y lo pasa a Portugues y después vuelves a copiar el texto y lo traduces a español haces algunos arreglos y ya

gonzalo1234zorito: ese es el problema no acepta tanto texto xD
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