Es necesario tener una posición crítica ante los hechos históricos de nuestro país?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El presente artículo plantea la necesidad de un acercamiento histórico a los textos filosóficos tomando como ejemplo el caso de la propuesta ética de David Hume. Se muestra el interés de Hume por insertarse en el diálogo intelectual de su época y su propósito de integrar el método científico en las ciencias morales y cómo la crítica que hace a la razón debe ser comprendida bajo esta luz. Para ello se menciona el ambiente intelectual de la época y las posturas en conflicto en el debate filosófico del siglo XVIII: el escepticismo-relativista, el racionalismo exagerado y el sentimentalismo ingenuo, señalando que, en el fondo, Hume no puede ser excluido totalmente de ninguna de estas posturas pero tampoco encasillado en alguna de ellas.
Explicación:
mente y adquiere vida propia. Si el lector se encuentra en el mismo horizonte interpretativo, el mensaje llegará más o menos intacto al receptor1. Umberto Eco, a propósito de la teoría hermenéutica de la comunicación, señala que la interpretación de los textos implica límites, no puede y no debe ser totalmente libre sino que debe atender a la intención del autor, el contexto en el que se emitió el mensaje, el sistema de significación, etcétera. Parafraseando a Edward Carr (1984), la historia es un proceso de interacción entre los intérpretes y los acontecimientos que generaron el pasado. El texto y el contexto histórico son el sólido núcleo de los hechos que siempre está envuelto por la pulpa de las interpretaciones controvertibles que lo rodea. Por ello, primero es necesario cerciorarse de los datos y luego será posible aventurarse en las arenas movedizas de la interpretación (Carr, 1984, p. 13-17).
Esto se convierte en una necesidad dentro del texto filosófico sobre todo cuando se busca reproducir el pensamiento del autor. De otra manera, la obra del filósofo solo es un pretexto para afirmar mi preconcepción del tema. Humberto Eco parte del convencimiento que toda obra filosófica, toda obra artística y toda manifestación cultural deben situarse en su ámbito histórico (Eco, 2002, 33-54). Pero ¿qué pasa cuando el paso de los años han cambiado los intereses y, a veces, hasta el sentido de las palabras? ¿Qué sucede cuando el que lee el mensaje tiene ideas preconcebidas, fruto de la historia y la propia cultura, y no se abre al pensamiento del autor o bien selecciona aquellos términos que le interesan entrando de manera directa en conflicto con el escritor?2