es lengua
2- ¿Qué tipo de texto es? Justifica la respuesta
3- El joven argelino ocupa, en este breve relato, el lugar del “otro” ¿Es siempre un extranjero el “otro”?
4- ¿Qué características permitirían considerarlo “otro”?
5- ¿Cuáles son las reacciones que suscita en las personas que observan la escena? ¿todos reaccionan de la misma forma frente al “otro”?
6- ¿Qué momento o que frase del texto les resulta mas conmovedora? ¿ porque? explique
7- ¿recuerdan alguna escena similar en la calle?
8- Elegir una escena que recuerdes y realizar un relato de la misma
9- ¿Qué son los géneros literarios?
10- ¿para ustedes que es literatura?
LAS FLORES DEL ARGELINO
Es domingo por la mañana, las diez, en el cruce de las calles Jacob y Bonaparte, en el barrio de Saint-Germain-des-Près, hace diez días. Un joven que viene del mercado de Buci avanza hacia este cruce. Tiene veinte años, viste muy miserablemente, y empuja una carretilla llena de flores: es un joven argelino, que vende flores a escondidas, como vive. Avanza hacia el cruce Jacob-Bonaparte, menos vigilado que el mercado, y se detiene allí, aunque bastante inquieto.
Tiene razón. No hace aun diez minutos que está allí-no ha tenido tiempo de vender ni un solo ramo- cuando dos señores “de civil” se le acercan. Vienen de la calle Bonaparte. Van a la caza. Nariz al viento, husmeando el aire de este hermoso domingo soleado, prometedor de irregularidades, como otras especies, el perdigón, van directo hacia su presa.
¿Papeles?
No tiene papeles de autorización para entregarse al comercio de flores.
Así pues uno de los dos señores se acerca a la carretilla, desliza debajo su puño cerrado y -¡eh!,¡qué fuerte es!- de un solo puñetazo vuelca todo el contenido. El cruce se inunda de las primeras flores de la primavera (argelina).
Ni Eisenstein, ni nadie están ahí, para captar la imagen de las flores por el suelo, que mira el joven argelino de veinte años, escoltado a uno y otro lado por los representantes del orden francés. Los primeros coches que transitan por allí, y esto no puede impedirse, evitan destrozar las flores, esquivándolas instintivamente mediante un rodeo.
Nadie en la calle, excepto, si una mujer, una sola:
-¡Bravo!, señores-exclama-, ven ustedes, si se hiciera eso cada vez, nos libraríamos pronto de esta chusma. ¡Bravo!
Pero viene del mercado otra mujer, que iba tras ella. Mira, tanto las flores como al joven criminal que las vendía, y la mujer jubilada, y los dos señores. Y sin decir palabra, se inclina, recoge unas flores, se acerca al joven argelino, y le paga. Después de ella, llega otra mujer, recoge y paga. Después de esta, llegan otras cuatro mujeres, se inclinan, recogen y pagan. Quince mujeres. Siempre en silencio. Aquellos señores patalean. Pero, ¿Qué hacer? Esas flores están a la venta y no se puede impedir que se quiera comprarlas.
Apenas han pasado diez minutos. No queda ni una flor por el suelo.
Después de esto, los citados señores pudieron llevarse al joven argelino al puesto de policía.
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