¿Es Colombia un país que ha atravesado por una dictadura gubernamental? Justifica tu respuesta. ES PARA HOY.
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La elaboración de un análisis sobre la formación del Estado en Colombia necesariamente se encuentra atravesada por la relación entre el territorio y la población, especialmente, la producción de mecanismos de seguridad que a partir de allí se producen tanto en sus formas moleculares como en sus pretensiones molares, de manera que expliquen una ratio gubernamental a manera de subjetividad agente. Este sujeto estatal “emergente” puede ser entendido gracias a las prácticas gubernalizantes sobre el territorio y la población que definen su unidad política por medio de la producción discursiva de saberes y normas en un diagrama de relaciones de poder, es decir, en una cartografía particular. En este sentido, hacer una comprensión de los desplazamientos y transformaciones históricas de dichas prácticas, plantea una plataforma interpretativa para dar cuenta de las transformaciones institucionales y la inestabilidad de las instituciones políticas.
El origen de la discursividad fundadora del Estado en Colombia se encuentra anclado a la prolija reproducción del liberalismo como ciencia de la administración y racionalización del gobierno. Sin embargo, las mutaciones internas de esta forma de ideologización de la sociedad, suponen no sólo una hibridación con las prácticas coloniales antecedentes, sino una composición del republicanismo en función del modelamiento de los individuos, la imposición de formas de vida y nuevos sistemas semióticos y de comunicación, los cuales garantizan una singularidad en las prácticas de gobierno.
Sin duda todas estas prácticas se encuentran transversalmente vinculadas bajo formas de guerra que ha sido siempre internalizada como imagen recursiva de la sociedad. Este liberalismo que reproduce permanente formas jurídicas para optimizar el ajuste del control sobre la población, propende como conjunto de técnicas, una imagen policiva como esquematización regulativa de la vida, en lo singular y lo colectivo, en la forma-individuo como en la forma-población. La pacificación y el control del territorio y su primera producción jurídica en el siglo XIX establece una distinción en sentido de Schmitt1, entre lo natural y lo ciudadano, no como dos esferas separadas sino como delimitación biológica de la primera para la mera intervención del “objeto viviente”, y en la segunda, la figuración de una competencia civil como desideratum jurídico.
Así, lo concebido como natural es un modo simple que separa étnicamente lo intervenido de lo interventor, o mejor, lo gobernado de lo gobernante. Esta lógica prevalecerá en el transcurso de las formas políticas durante las primeras décadas del siglo XX, con mediaciones de civilización y por medio de tecnificaciones administrativas desde las instituciones bajo el propósito de la unidad política en ciernes, no lograda aun, pero ad portas de ser consolidada, y que posteriormente, durante las últimas décadas del mismo siglo, se transformará bajo la implementación mediática en un conjunto de prácticas sobre la memoria, tras la finalidad de una moralidad instituyente como proyecto nacional y por ende, como estadio final de la unidad política durante tantos años pretendida