Latín / Griego, pregunta formulada por amy8225, hace 1 mes

entrevista efectuada al escritor Gabriel García Márquez.​

Respuestas a la pregunta

Contestado por israelespinozatucno2
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Explicación:  

¿Es posible proteger la cultura?  

La gran pregunta que los gobiernos y la gente de cultura deberían hacerse es qué tipo de protección, sin interferiría ni manipularla y sobre todo sin someterla al pensamiento político del gobierno de turno, tendría que ofrecer el Estado a la cultura. El problema del Ministerio de Cultura en América Latina es su subordinación a todos los avatares de la política nacional. Una crisis de gabinete repercute en la acción cultural, pues el resultado de las contiendas ambiciosas entre distintas corrientes de un gobierno es un Ministro de Cultura que no tiene nada que ver con la cultura o que está totalmente en desacuerdo con el Ministro anterior. Por consiguiente, la cultura depende de una serie de vaivenes que no son culturales sino políticos y, lo que es peor, partidistas.    

¿Es posible enseñar la cultura?  

En este momento me interesa enormemente la enseñanza de las artes, de las letras, del periodismo (que considero un género literario) y del cine (que sin duda es un arte). Esta enseñanza debe ser completamente atípica, sui generis, informal.    

¿Se considera usted un intelectual?  

No me considero un intelectual completo, porque entiendo que un intelectual es una persona que tiene ideas preconcebidas que trata de adaptar a la realidad. A toda costa quiere interpretar la realidad a través de esas ideas. En cambio, yo no. Vivo de la anécdota, de los acontecimientos de la vida cotidiana. Trato de interpretar el mundo y de crear un arte a través de la experiencia de la vida de cada día y del conocimiento que voy teniendo del mundo, sin ideas preconcebidas de ninguna clase. Por ello, me cuestan mucho trabajo las entrevistas cuyas preguntas me obligan a dar respuestas abstractas. Siempre tengo que partir de un hecho concreto. Allí es donde me encuentro como escritor. Creo poder demostrar que no hay una sola línea en mis libros que no surja de un hecho verdadero que conocí o que me contaron, o que he vivido.  

Es cierto que para usted el conocimiento abarca muchas cosas...  

Es cierto. Me han dicho: "En Cien años de soledad suceden cosas increíbles que no pueden haber pasado." Pero esas cosas corresponden para mí a experiencias reales. Y hay lecturas que fueron decisivas para mí. Por ejemplo, el primer libro que leí lo encontré dentro de un baúl y ni conocía su nombre. Era Las mil y una noches. Pasé los primeros años de mi infancia obnubilado con la idea de las alfombras que volaban, de los genios que salían de las botellas. Era maravilloso y, para mí, totalmente cierto.    

¿Después de Cien años de soledad?  

He tenido que empezar a cuidarme de mí mismo. Hago un esfuerzo por no repetirme. Por no saquearme a mí mismo. Procuro profundizar y explorar cada vez más la realidad, cuidándome de las palabras. Sin darme cuenta, tiendo a decir las mismas cosas. Vuelven los mismos adjetivos para los mismos sustantivos.    

¿Es esa una preocupación propia de la literatura latinoamericana?  

Es cierto que América Latina nació con las novelas de caballería. Aquello no fue casual puesto que esas novelas fueron prohibidas en las colonias españolas: hacían volar la fantasía. Los cronistas de la conquista, a causa de esas novelas, estaban preparados para creer todo lo que veían, pero se encontraron con más de lo que eran capaces de imaginar. Así nació ese mundo fantástico, que luego fue llamado "realismo mágico", y que es un signo característico de la cultura de América Latina.  

Ahora, cuando usted piensa en su público, ¿piensa en América Latina, en el mundo ibérico o en el mundo entero?  

Lo primero que tenemos que conquistar es nuestro público. Cuando eso sucede, significa que se está expresando algo valedero y que, por consiguiente, interesará también al resto del mundo. No se conquista a un público por casualidad. Hay primero una identificación con la realidad que le interesa a ese público y, cuando la identificación se amplifica, interesa al mundo entero.    

En su oficio de escritor, ¿ha conocido rupturas, momentos de duda, cambios de orientación?  

Recuerdo los dos saltos más importantes. El primero es haber dejado el cigarrillo. O creo más bien que fue el cigarrillo el que me dejó a mí. Estaba totalmente intoxicado, fumando cuatro paquetes por día. Y sin enfermarme de bronquitis, ni que el médico me dijera nada, apagué el cigarrillo y no fumé más. Cuando me puse a escribir, me di cuenta de que no había escrito una letra sin fumar. Pensé: bueno, ¿qué hago? ¿Espero estar acostumbrado a no fumar, o me siento de una vez a escribir sin fumar? La vocación fue mucho más fuerte y me senté frente a la máquina. Luego surgió otra dificultad: la de las manos. Me sobraban las manos porque ahora no tenían el cigarrillo, pero la mente siguió igual y prosiguió su trabajo como antes.  

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