enseñanza de la abuela tejedora?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Un día llegó a una pequeña ciudad una abuela muy anciana. Solo llevaba un bastón y un par de agujas de tejer. Recorrió la ciudad y no encontró casa, entonces se sentó en el campo sobre una piedra fría y tejió unas hermosas pantuflas para reposar sus pies cansados.
Pero la abuela no quiso poner sus pantuflas sobre la tierra. Así que se tejió un tapete.
Luego se preguntó dónde lo podría extender. A su alrededor solo había espinas y rastrojo. Y de nuevo se puso a trabajar. Suenan, suenan las agujas.
Dos segundos más tarde, había tejido el piso, y de ese problema se olvidó.
Pero ahora, ¿dónde conseguiría una cama o un sillón? De nuevo se puso a trabajar. Suenan, suenan las agujas. Tejió una cama, una almohada y un colchón. Tejió una funda, una colcha y una sábana.
Pero ¿cómo podría dormir sin una cortina? Y de nuevo se puso a trabajar. Suenan, suenan las agujas. Tejió una pared, una ventana y un mosquitero. Tejió una columna y luego otra y sobre ellas tejió el techo.
Pero, sin té ni tetera, ¿qué haría para desayunar? Entonces se puso a tejer una tetera y un pastel. Tejió tres tazas, pues sola ahí no quería vivir. Suenan, suenan las agujas.
La abuela supo qué quería, se tejió un nieto y una nieta.
Con hilo fino les agregó unas muecas de tristeza, otras de risa y mucha picardía. Afuera tejió césped y flores. Adentro, puertas con manijas. Y los dos nietos salieron a la terraza a brincar sobre hierba de estambre verde.
La abuela seguía tejiendo juguetes, estantes, roperos, mientras afuera dos pícaros traviesos algunas flores destejieron.
Luego el pícaro atrapó a la pícara y le rompió unos hilos del tobillo. Y ella a su hermano le descosió un pedazo de espalda.
La abuela tejedora no se enojó. Remendó el tobillo y el pedazo de espalda reparó.
Con estambre negro tejió un poco de oscuridad, acostó a los niños y los arropó. Y frente a la cama se sentó a tejer dulces sueños de fina trama.
Por la mañana tejió un libro para cada uno de sus nietos y a la escuela los llevó. Pero los maestros dijeron al verlos:
—No aceptamos niños de estambre.
La abuela contestó:
—Son niños lindos y encantadores. Vean lo que saben. Son tejidos, pero no es culpa de ellos.
—¿Niños de hilo y huecos? ¡No en nuestra escuela! ¡Eso no es respetable! —dijeron los maestros.
La abuela era obstinada Así que suenan, suenan las agujas.
Tejió un coche y en él viajaron a exigir una disculpa. El alcalde y sus consejeros escucharon a la abuela y decidieron que en una ciudad decente no podían aceptar niños llenos de agujeros.
—¿Qué clase de alcaldía es ésta? —preguntó la abuela y, de nuevo, se puso a trabajar.
Suenan, suenan las agujas. Tejió un avión, y en él volaron a la capital. Discutieron con el presidente y sus ministros
—¿Niños de hilo y huecos?
Fruncieron la nariz y declararon:
—El alcalde y los maestros no se equivocan, aquí no hay lugar para niños de estambre.
Ya para entonces la pequeña ciudad era famosa. De todas partes venían turistas a conocer la extraña casa y su jardín.
El alcalde y sus consejeros decidieron levantar una cerca para proteger la casa, pues en ninguna otra parte había una así, toda tejida. Pero la cerca no sirvió, pues la abuela tejedora, muy enojada, destejió en secreto por la noche la casa entera: las puertas, las paredes, la cerca, las flores, la tetera.
Ya no suenan las agujas.
Cuando desapareció todo, la abuela destejió a sus nietos también. Tomó su bastón y abandonó el lugar para siempre.
Pero la abuela encontrará otro lugar y tejerá todo nuevamente. Lo primero serán sus nietos, para que vuelvan a reír y a correr. Y si en aquel lugar encontrara gente agradable, que con gusto acepte a sus nietos, la abuela tejedora, sin preocuparse, se sentará a tejer y tejerá, tejerá, tejerá…
FIN
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