Historia, pregunta formulada por paulaalejandra200606, hace 10 meses

ensayo sobre el nacionalismo porfa de maximo dos paginas o una ayudaa

Respuestas a la pregunta

Contestado por miguelpereznic
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Respuesta:

En las buenas historias de las teorías políticas se explica detalladamente cómo la voluntad general asume la representación del bien social y la encarnación de la justicia, según el nacionalismo difuso de Rousseau, o se transforma en el espíritu de la nación y vehículo de su cultura, de acuerdo con las decididas tesis de Hegel. Pues bien, acaso no resulte exagerado afirmar que de ambas visiones arranca un tronco doctrinal, cada vez más empobrecido a lo largo de los siglos XIX y XX , que intenta explicar qué es el nacionalismo, las razones de su resurgir –en algunos casos con una violencia que intentó analizar Peter Waldmann en su ya clásico libro de 19891 -y sus posibilidades de pervivencia en el futuro. Las cuatro obras que aquí se reseñan buscan cubrir cuatro enfoques particularmente interesantes del nacionalismo y los nacionalismos a finales del siglo XX . En efecto, el propósito del libro editado por Beiner es reunir una serie de ensayos dedicados a indagar el sustrato teórico del nacionalismo y su lugar en la filosofía política actual; Smith intenta explicarse no sólo la pervivencia sino el renacimiento de los nacionalismos en un mundo caracterizado por la interdependencia global; Ruiz Rodríguez se plantea preguntas tales como si existe realmente el derecho de autodeterminación de los pueblos, si la secesión puede llegar a ser legítima o si es compatible con la democracia; por último, McRoberts nos lleva de la mano, en un relato fascinante, por los meandros de las aspiraciones de Quebec a convertirse en un estado independiente y la lucha del recientemente fallecido primer ministro Trudeau por mantener la unidad de Canadá. Para terminar esta introducción, una exculpación ante el lector: por razones que se adivinarán claramente con la lectura, me ha parecido preferible comenzar por lo particular –el caso de Quebec y la lucha por la unidad en Canadá– para terminar en lo general –la discusión sobre la posibilidad de encontrar un marco normativo al fenómeno nacionalista.

El libro de Kenneth McRoberts, profesor de la Universidad de York, parte de dos premisas para intentar explicar lo que el autor considera una lucha mal concebida por asegurar la unidad nacional de Canadá: la primera, que las raíces del fracaso surgen del intento de integrar Quebec en un esquema federal y es atribuible a la política puesta en práctica por el antiguo jefe de gobierno Pierre E. Trudeau y, segunda, que los fallidos intentos de acuerdo del lago Meech (junio de 1987) y de Charlottetown (julio de 1992) mostraron la imposibilidad de integrar Quebec en lo que se dio en llamar un «federalismo renovado» y abrieron la interrogante respecto a cómo gestionar una posible secesión de «la bella provincia».

Las antiguas aspiraciones de Quebec a ser considerada como una provincia «diferente» de las restantes que componen Canadá obtuvieron a comienzos de la década de los sesenta una respuesta prometedora en la estrategia del primer ministro liberal Lester Pearson, orientada a cimentar una confederación basada en la historia común de los dos pueblos que formaron originalmente la ex colonia británica: los canadienses ingleses y los canadienses franceses. Las piezas básicas diseñadas por Pearson eran: a) el reconocimiento de la dualidad en la cual reposaba la fundación de Canadá; b) una visión «asimétrica» del federalismo que permitiría al gobierno de Quebec asumir competencias que en las restantes provincias continuarían siendo responsabilidad federal; c) la creación de una comisión real para estudiar y proponer medidas que permitiesen asentar la visión de Canadá como una sociedad de iguales entre dos «razas fundadoras».

Aparentemente, las pretensiones de los partidarios de la llamada «revolución tranquila» comenzaron a cuartearse cuando se hicieron evidentes las dificultades de plasmación y las grietas financieras del sistema de «contracting out» en que se plasmó la visión asimétrica de Pearson. De acuerdo con ese sistema, las provincias que desearan asumir una determinada competencia podían financiarla mediante una reducción del impuesto federal de la renta personal. A cambio se les exigía el compromiso de mantener la competencia asumida durante un cierto tiempo y facilitar información, debidamente auditada, de los gastos incurridos.

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