Castellano, pregunta formulada por feriamarcela9, hace 2 meses

ensayo sobre el covid​

Respuestas a la pregunta

Contestado por gquintanac11
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Pandemia como refriega entre neokantianos y utilitaristas

Pues bien, la pandemia nos ha introducido de lleno en este tipo de disyuntivas, propias de contextos que ya creíamos olvidados. Su regla básica e implícita sería al aforismo jurídico prior tempore potior iure, que, traducido a la pandemia, significa que quien primero llegue al respirador se lo queda hasta que muera o se cure. Esta prelación, el conocido eufemísticamente como «valor social de la persona», nos llevaría inevitablemente al carné social chino . En efecto, este régimen totalitario cuenta con millones de cámaras que fiscalizan en tiempo real a sus ciudadanos, penalizando sus infracciones, desde las más triviales hasta las políticas .

Pues bien, el utilitarismo nos llevaría a la necesidad de un algoritmo nacional que asignase un «valor social» a todos los ciudadanos, de forma que los médicos no tuviesen que asumir el coste moral de tener que decidir. Pues bien, la pandemia ha quebrado el contrato social entre el paciente y el sistema sanitario. Sin embargo, si las personas tienen «valor social», entonces dicho «valor» quedaría reflejado en su historia clínica, con la paradoja de que la información se volvería contra el propio paciente. Aquellos legislan desde el limbo del idealismo metafísico, y a estos, obnubilados por la gravedad de la situación y sin ser plenamente conscientes de las implicaciones de sus propuestas, solo les ha faltado proponer al régimen chino que elaborara un algoritmo adaptado a nuestro folclore.

Epidemia como datificación del rebaño

El régimen explota a su gente y con los excedentes presta dinero a las democracias occidentales, dinero con el que se financian nuestras pensiones, sueldos de funcionarios, sanidad, obras públicas, etc. Es decir, el Estado Social o del Bienestar occidental, allí donde pueda calificarse de esta forma, se financia en parte por la inexistencia de derechos sociales o libertades políticas del pueblo chino. Como si la culpa del régimen clerical iraní fuese Zoroastro y la del capitalismo Tales de Mileto. Cuando levantaron dos hospitales en quince días para combatir la pandemia, los sesudos analistas occidentales acudieron al manido confucionismo para justificar tal sentido de la obediencia y del colectivismo. No del régimen, sino de su pueblo.

Pandemia como ajuste de cuentas epistemológico

Tres décadas de discurso antibiotecnología sitúan estas narrativas utópico/naturalistas, por mucho que las revistan de una pátina marxista, en el mismo lugar que los neoliberales que proponían en enero dejar que la pandemia siguiera su curso sin más contemplaciones. En efecto, en plena pandemia el Estado cubano ha promovido un producto homeopático para su población . Nadie aceptaría unas matemáticas alternativas, sin embargo, nos hemos acostumbrado a aceptar la legitimidad de la medicina alternativa, como si la pandemia no hubiese puesto a cada uno en su sitio.

Pandemia como singularidad española, una reflexión personal

El heteropatriarcado estaría empleando la pandemia, gripe pasajera en aquellos aciagos días, para justificar un retroceso en los logros históricos conseguidos por el feminismo. Un gobierno socialcomunista estaría empleando la pandemia, ligero resfriado en aquellos temerarios días, para colectivizar el país, quemar iglesias y arrojarnos a los brazos del chavismo venezolano11. Sin duda, no habríamos podido evitar la pandemia, pero sí mitigar mejor sus efectos. El 3 de marzo la televisión pública española nos tranquilizaba con el dato de que la pandemia había causado en el mundo menos decesos que la gripe en España el año anterior, 6.000 muertos .

El eslogan que siguió en los inicios de la pandemia la jerarquía comunista de Wuhan provocó un retraso irreparable en la toma de decisiones en el régimen chino. Debemos tener presente cómo, a pesar de haber visto venir esta pandemia a cámara lenta, no deja de sorprender la rapidez con que ha paralizado nuestra civilización.

CONCLUSIONES

La gravedad de la pandemia nos conduce hacia una justificación teórica del control de la población para el que no estábamos preparados. Si Trump propone la lejía como remedio para el coronavirus, los obispos reniegan de la vacuna por emplearse supuestamente moléculas abortivas, y Bolsonaro o Johnson minusvaloran públicamente la importancia de la pandemia para preservar sus macromagnitudes económicas, una buena parte de la sociedad se rasga las vestiduras. Algún día se estudiará en los libros cómo España vio venir a cámara lenta la pandemia y no reaccionó hasta que fue tarde.

Explicación:

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