Castellano, pregunta formulada por yulepaolagutierrebel, hace 1 año

ensayo acerca lo moderno y los jovenes de hoy

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Contestado por kakarotojajajajaj
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Respuesta:

Explicación:El mundo moderno parece evolucionar indefinidamente hacia un refinamiento de los avances técnicos, a lo cual se une un cortejo de depravaciones morales cada vez más insidiosas y de solicitaciones imprevisibles y violentas. No nos limitaremos hoy a hablar en líneas generales de los adolescentes; abordaremos también los parámetros que perturban la educación.

Para muchos padres, el tránsito por la adolescencia constituye una angustia, en la medida que representa algo desconocido: ¿cómo evolucionarán las personalidades de sus hijos?

Si los hombres del mundo no se detienen ante nada, salvo ante lo que puede ser perjudicial para su reputación o para el éxito social de sus hijos, vuestra perspectiva cristiana se cuestiona ante todo si vuestros hijos serán fieles a Dios, cristianos fervientes y moralmente rectos. En última instancia, si se contarán entre los elegidos o entre los condenados…

En los tiempos que corren vuestra angustia de católicos fervientes es más profunda. En un mundo en descomposición, ustedes pertenecen por la gracia de Dios a un pequeño rebaño, a un pequeño núcleo, como se lo llama en el Antiguo Testamento. ¿Sobre qué descansa vuestra fortaleza? Sobre la fe en su integridad, en vuestra adhesión indefectible a la Iglesia, a nuestro Señor Jesucristo. ¿Quién se sitúa en la vereda del frente? El mundo, que no sólo es poco cristiano sino completamente pagano, con su apostasía pública, su materialismo hedonista, sus costumbres depravadas, su guerra insidiosa, cada vez más perniciosa y maligna.

Ustedes saben que están en un combate que es orden esencialmente espiritual, y cuyos efectos en la esfera psicológica, financiera y humana son múltiples: se trata de un compromiso total, cuya amplitud no es comprendida por los jóvenes. ¿Acaso conocen ellos cuánta es la perfidia de las fuerzas del mal? A pesar de tener apariencias de una “fiera piedad”, ¿no corren el peligro de cometer traición ante la primera emboscada? A veces se jactan de un legítimo orgullo de pertenecer al “pequeño grupo de irreductibles”. Y lo traducen en algunas insignias, ciertos comportamientos, determinado tipo de corte de pelo, de música o de aspecto. Pero llegará el día en que se preguntarán sobre la justificación del combate que llevan, sobre su rentabilidad, sobre la esperanza de victoria.  ¿Existe acaso una razón suficiente para colocarse voluntariamente al margen del mundo? La inquietud es grave, legítima, profundamente justificada. Hablaremos de esto con más detenimiento.

Que estemos inquietos, decepcionados, orgullosos o sorprendidos por nuestros hijos… ¿cuál es la importancia que eso tiene? Los diversos temperamentos que tienen son a veces para nosotros fuente de sentimientos encontrados. Es lícito hacer un balance y formularse las preguntas correctas:

¿Son hoy en día nuestros jóvenes diferentes de que lo eran antes?

¿En qué áreas el mundo moderno presenta dificultades nuevas y que hay que vencer?

¿Con qué soluciones particulares contamos frente al mundo, tal cual como es en su realidad?

La juventud, antes y ahora

¿Qué nos parece esta reflexión: “¡No son como éramos nosotros!”? Escribiendo a los padres de familia de su escuela, el Padre Pinaud la completa: “No son como nosotros éramos a su edad… como nosotros querríamos que sean ahora… como desearíamos que fuesen yendo a nuestras escuelas… como nos gustaría, aprovechando nuestra formación…”

A. En el primer caso, no hay que dar lugar a una preocupación, a una nostalgia del pasado. El espíritu humano idealiza fácilmente el pasado, en especial el de la juventud. Además, un período no es idéntico al precedente y sería vano pretender revivir esa época de modo similar. Sin embargo, saliendo de los labios de algunos padres, esta reflexión podría estar impregnada de modernismo evolucionista: una especie de constante que afirma “la naturaleza ya no es lo que era”.  

Ahora bien, sabemos que eso es objetivamente falso. Y para probarlo, basta con apelar al éxito de nuestras escuelas, de nuestros movimientos juveniles, y otros aspectos que muestran que un compromiso serio de la familia, de la Iglesia, de la sociedad, alcanza para reportar frutos de gracia semejantes a los que se vieron en el pasado. Tengamos cuidado para que el desaliento que se insinúa frente una generación llamada “diferente” no sea el resultado de una intoxicación subversiva.

B. Respecto a los que desearían que actuasen como adultos, la impaciencia tiende a hacerlos olvidar cuántos años de esfuerzos constantes hacen falta para que un ser alcance la madurez. Es sorprendente ver cómo los padres juzgan la educación, o cómo temen ser juzgados sobre la indisciplina pasajera de sus hijos. Frente a la impaciencia del “no hay nada que hacer”, tenemos que afinar nuestra memoria y nuestro espíritu analítico.

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