¿En qué transporte y cuánto tiempo se requerian para hacer un viaje de Puebla a México? la guerra de los pasteles
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Viajes a pie
Los viajes a pie, que en el siglo XVIII tuvieron alguna importancia como medio de movilización del pueblo llano, en el siglo XIX se puede decir que desaparecen, al menos en las largas distancias.
Richard Ford escribe, refiriéndose su relato a los primeros años de la década de los treinta, lo siguiente sobre esta forma de viajar: «Además, como ningún español anda por gusto y nadie emprende una jornada a pie, sino los mendigos y vagabundos, no se comprende que se haga más que por absoluta necesidad. Por esta razón los peatones son mal recibidos y objeto de toda clase de sospechas.»
La disminución, sino desaparición de las peregrinaciones, la desamortización que privó a la Iglesia de gran número de sus conventos y hostales, y el progreso de los medios de comunicación explican que los viajes a pie desaparezcan, al menos en las distancias largas. George Borrovv, que pocos años después va y viene por unos y otros caminos, solamente menciona incidentalmente encuentros con peatones, en algún caso; por ejemplo, al entrar en Galicia, escribe: «Cuando encontramos a dos gallegos que iban a segar a Castilla», y en el camino de Pontevedra a Vigo dice poco después: «Era un camino muy transitado.., continuamente nos cruzábamos con numerosos jinetes y peatones.»
Sin embargo, en las distancias cortas, sí permanece el viajero a pie; así se deduce de los estudios económicos de solicitud de concesiones ferroviarias que hemos podido consultar, en los que, frecuentemente, se cuenta con los peatones como futuros usuarios del ferrocarril que se solicita.
Viajes en caballería
También el viaje en caballería, prescindiendo de momento de los viajes por la posta, está en franco declive; ya hemos señalado, en otra ocasión, que puede fecharse en los últimos años del siglo XVII el momento en que el transporte sobre ruedas sustituye al transporte en caballerías en las carreteras españolas en términos generales
Claro es que, como dice Ford, para ir por ciertos itinerarios, no había otra solución que utilizar caballerías, y a poder ser propias: «Como quiera que en las grandes extensiones de terreno que se hallan situadas entre las carreteras hay gran escasez de medios de comunicación, poco tráfico y nadie exige comodidades de ningún género, se hace difícil incluso encontrar mulas o caballos; por esta razón, nosotros hemos preferido siempre llevar a estas largas excursiones nuestras propias caballerías.»
Con esta declaración previa da a sus compatriotas, a continuación, unos consejos sobre la forma de viajar a caballo por España, que son interesantes, pues, indirectamente, nos describen esos viajes. En primer lugar aconseja viajar acompañado, a poder ser, por un amigo:
«No recomendaremos, en modo alguno, una larga caminata a caballo sin compañía: no sería agradable para los amigos o familiares, que se quedan siempre con inquietud, ni es prudente exponerse, sin ayuda, a los accidentes a que están siempre sujetos caballo y jinete. Los que tengan un amigo con quien puedan ir, harán muy bien en hacerlo así.»
Más adelante, Ford describe la jornada óptima y la manera adecuada de realizarla: «La jornada diaria oscilará, según las circunstancias, entre veinticinco y cuarenta millas. Se debe emprender el camino antes de amanecer, cuidando de que el caballo haya comido, por lo menos, una hora antes.»
Observamos dos innovaciones sobre el siglo anterior: que el criado vaya también en caballería, y que el equipaje más voluminoso se envíe por un cosario anticipadamente.
También nos habla Ford de otra forma de viajar en caballería, uniéndose a las reatas de arrieros, sobre todo si «va una sola persona», ocupando algunas de las mulas vacías, como ya recomendaba Labor- de a principios de siglo: «Los muleros de España gozan de justo renombre; el término genérico es arriero, de su iarre, arre! completamente árabe, como lo son casi todos los vocablos relacionados con su arte, pues los moriscos fueron durante mucho tiempo los trajinantes en España. Viajar con un arriero, cuando el viaje es corto o va una persona sola, es seguro y barato; además, muchos de los rincones más pintorescos del país, Ronda y Granada, por ejemplo, difícilmente pueden visitarse sino a pie o a caballo. Estos hombres, que están siempre por las carreteras, arriba y abajo, son las personas que pueden proporcionar más lujo de detalles; sus animales pueden alquilarse todos, pero una reata entera no es cómoda para viajar, pues siempre van uno detrás de otro. El primero lleva una campanilla de cobre, con badajo de madera, para ir anunciando su marcha.»
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Estudia. Niña
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