¿En qué medida está el estado al servicio del individuo y/o el individuo al servicio del estado ?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El papel del individuo en la vida social ha sido, principalmente en Europa, uno de los
temas más debatidos durante los casi cincuenta años que dediqué al quehacer histórico.
Partimos, a mediados del siglo XX, de una situación en la que el individuo se veía bien,
en el mejor de los casos, como un actor actuando conforme al papel que las fuerzas
sociales le dictaban; bien como un mero títere movido por hilos invisibles, manipulados
éstos por figuras abstractas, tales las relaciones de clases, el capitalismo o la marcha
imparable de la Revolución. Llegamos a principios del siglo XXI al mal llamado
"postmodernismo", que le da al individuo un protagonismo que desborda las fronteras
del objeto histórico. Para los "postmodernos", la memoria personal de cada uno se
vuelve el criterio de la verdad histórica, hasta el extremo de negar que se pueda llegar a
un relato común del pasado. La visión de cualquiera es igual de valiosa que la de otro;
tanto la visión de un actor de la historia frente a otro, como la de un historiador frente a
otro1
.
El debate impactó todas las ciencias sociales. Fue, entre los historiadores, tanto más
agudo como que dominaba la disciplina de forma casi imperialista, en aquella época, la
"Escuela de los Anales". La Escuela era un colectivo de historiadores franceses,
agrupados alrededor de la notable personalidad de Fernand Braudel. Habían llegado a
constituirse como un polo de referencia en relación al cual todos sus colegas, en Europa
principalmente, pero no sólo, tenían que tomar posición. Tenían en la historia un papel
parecido al de Wall Street en la finanza2
. La "Escuela" no gustaba de actores
individuales. No es que les denegara toda importancia, pero consideraba que su influjo
era reducido comparado con el fluir majestuoso de las fuerzas sociales; con el
agravante, de ninguna manera anecdótico, de que los historiadores de la generación
anterior, contra quien se había formado la Escuela, ellos sí ponían al individuo en un
primer plano. De suerte que el indefinido posponer de una metodología que tomaría en
cuenta al individuo llegó a convertirse en una seña de identidad de la escuela histórica
francesa.
Tampoco gustaba la Escuela del Estado. Por las mismas razones: porque había sido
tema favorito de las historia "positivista" anterior3
; porque la Escuela afirmaba, en un
1 Sobre el postmodernismo, véase, entre una inmensa literatura, la aguda presentación (y floja crítica)
de Trygve Tholfsen, "Postmodern theory of History: a critique", Memoria y Civilización. Anuario de
Historia de la Universidad de Navarra, 2 (1999), pp. 203-222; o el inteligente trabajo de Pablo
Vázquez Gestal, "¿Que pasó al giro lingüistico?: de la narratividad a la interpretación en la
historiografía", RILCE, 22.2 (2006), pp. 237-257. El autor de estas lineas considera los presupuestos
postmodernistas como una capitulación en campo abierto y una perezosa renuncia a lo que hace la
esencia del trabajo del historiador: construir a pesar de todo un conocimiento común, que resista los
embate de las memorias individuales o grupales; sin negar, bien al contrario, la fuerza operativa de las
mismas.
2 Sobre la escuela de los Anales, véase el libro de Jacques Revel, Fernand Braudel et l'histoire, Paris,
Hachette, 1999, 215 p. No me aclaré nunca de si era un estudio, un testimonio o una hagiografía, pero
resulta muy útil para captar la esencia de fenómeno. Dará una idea de su peso en España el hecho de
que, a finales de los años 1970, en las oposiciones a titulares de la Universidad, entonces centralizadas
en Madrid, al explicar su acercamiento metodológico, todo candidato tenía la obligación moral de
exponer la historia según los marxista, luego la historia según los Anales, para presentar su propia
síntesis con elementos de ambas. Los más originales añadían un toque de Foucault.
3 Para tener una idea de la misma, recomiendo la lectura, como botón de muestra, de la tesis de Estado
de Joseph Calmette, Louis XI et la révolution catalane (1461-1473), Toulouse, Privat, 1902, 614 pp
Explicación:
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temas más debatidos durante los casi cincuenta años que dediqué al quehacer histórico.
Partimos, a mediados del siglo XX, de una situación en la que el individuo se veía bien,
en el mejor de los casos, como un actor actuando conforme al papel que las fuerzas
sociales le dictaban; bien como un mero títere movido por hilos invisibles, manipulados