En el fragmento de La piel del león, no hay diálogos, sino un
monólogo. ¿En qué crees que consiste?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
ATAJEL.- (Al entrar.) ¡Dios salve al rey! (Se cuadra ante el REY.) Majestad...
REY.- ¡Oh!, Atajel. Me emociono al oír los gritos de alabanza de la multitud.
ATAJEL.- Cuatro.
REY.- ¿Cuatro qué?
ATAJEL.- Que éramos cuatro los que gritábamos: mis tres hijos y yo. El pueblo nada quiere saber ya de guerras.
REY.- Bien, cuatro es una multitud. Pero, dime, ¿hemos derrotado a nuestros enemigos?
ATAJEL.- Sí, majestad. A vuestro reino se suma ya el de Facundia, que hemos conquistado.
(Se hace el oscuro, arropado por música sinfónica, quizá de Vivaldi. Inmediatamente, la iluminación general baña el escenario. La música seguirá sonando. El decorado nos traslada a un retazo de selva. La luz de un esplendoroso día inunda, casi heridora, el ambiente. De los árboles se derrama, alegre, el silbo de los pájaros. Con paso cansino, llega un LEÓN de aspecto fiero y cuidada melena, como recién salido de la peluquería. Se estira felinamente y ruge sin demasiado entusiasmo. Diríase que acabara de despertar de la siesta. De la maleza surge con aires de aparecido el DUENDE DE LAS PLANTAS. Es un duendecillo alegre y vivaz, y verde todo él, tanto su piel y su escarolada cabellera como su vestimenta. Se acerca al LEÓN. Cesa la música.)
DUENDE.- ¿Adonde vas, «leoncio»? (El LEÓN, por toda respuesta, se vuelve, lo mira y ruge débilmente. Todos estos rugidos del LEÓN pueden ser conseguidos mediante «play back».) ¡Ay!, cuándo lograréis hablar los leones... Podríais aprender de los papagayos. Cierto que no son muy buenos conversadores, pero, al menos, repiten lo que les digo. Te pregunto que adonde vas. (Nuevo rugido.) Es inútil. Fíjate en mí, no soy un ser humano, sólo el Duenue puedes coger una pulmonía? (Ruge el LEÓN en desacuerdo.) Claro, lo único que te importa es no mojarte tu cuidada melena. ¡Presumido! ¡Chulo!, que eso es lo que eres, un chulito melenudo. (El LEÓN se quita la piel, la cuelga con primoroso cuidado sobre las ramas de un arbusto y hace mutis por el lateral izquierdo. Inmediatamente, se oye el ruido de una zambullida. Bajo la piel, el actor aparecerá con su cuerpo enfundado en un traje de malla de color rosáceo y con la cabeza cubierta por una media de similar color.) Muy bien, pues que te ondulen tu cabellera. No sé para qué me preocupo de ti, si tenía que despreciarte porque te comes a otros pobres animalitos... Tú te justificas con eso del equilibrio ecológico, pero no sé, no acabas de convencerme. Bueno, si te acatarras, allá tú. Pero no olvides que en la selva no tenemos veterinario.
(Muy ofendido, hace mutis por el foro. De inmediato, por el lateral derecho, aparece el príncipe BADUL, un joven agraciado cuyo rostro no enturbia más que el temor que trae dibujado en su expresión. Viste ropajes acordes con su alta condición y porta una espada de empuñadura reluciente.)
BADUL.- ¡Oh, Dios mío, estoy perdido! Si no me dan caza los soldados, me comerán las fieras. (Receloso, se mueve por escena y, de repente, se topa con la piel del LEÓN. Da un grito.) ¡Un león! (Retrocede unos pasos, asustado, y queda paralizado por el miedo.) Por favor, no me hagas nada. Mira (Arroja su espada al suelo.) , tiro mi arma como señal de que vengo en son de paz. No pensaba atacarte. (Se da cuenta de que sólo se trata de una piel.) Solamente es una piel. ¡Uf, qué susto me he dado! Será de algún león que haya muerto de viejo. Por lo menos no corro peligro. ¡Ah!, tengo una idea. (Se acerca al lugar en que se halla la piel y la coge.) Claro, eso es: me pondré esta piel de león y burlaré a los soldados. Tampoco las fieras me atacarán, porque me creerán el rey de la selva. (Se coloca la piel.) Huy, me sienta fenomenal, parece hecha a mi medida. Lo más difícil será andar a cuatro patas, pero habrá que aprender.
(Perfectamente vestido de león, hace mutis por el lateral derecho. No se ha preocupado de recoger su espada. Por la izquierda, aparece el LEÓN chorreando y tiritando. Descubre que no está su piel y la busca, aterrado, por todo el escenario. Entre los arbustos vuelve a surgir el DUENDE DE LAS PLANTAS. Trae otra piel bajo el brazo.)
DUENDE.- (El LEÓN se cubre, pudoroso, el cuerpo con las manos.) Te lo advertí. Sabía que esta manía de quitarte la piel te iba a acarrear problemas. Te han birlado la piel. Lógico. No dirás que no te lo advertí. Ahora tiritas, ¿eh? Menos mal que estoy en todo. Toma, ponte esta otra piel. No es la apropiada para leon
Respuesta:
no ze
Explicación:
Pero tengo el mismo ejercicio