Psicología, pregunta formulada por ac3000, hace 18 horas

En aquel decorado de fuego, de humo, de muerte. En aquel hedor de carne quemada, en medio del ballet de las parihuelas de bambú que llevan a los difuntos, en la estridente crepitación de las llamas que devoran los cuerpos. Sí, era allí, en el agua pútrida, a algunas brazas de la orilla infernal, entre los cadáveres flotantes de perros y ratas, y a veces de hombres demasiado pobres o demasiado santos para ser quemados, donde aparecía sumergida a medias su frágil silueta. Con sus grandes ojos orlados de khol, su anillo centelleante en la aleta de la nariz, sus trenzas anudadas con cintas, su camisita de un amarillo vivo que el Ganges pegaba a su piel, la india Ananda, de trece años, parecía un ramillete de flores ofrecido a los dioses del río sagrado. Su nombre significaba "La alegría", pero el sobrenombre que le habían puesto no sugería ninguna idea de felicidad. La llamaban "La pequeña carroñera del Ganges". Su territorio de caza era el fango del gran canal purificador en cuya orilla los hindúes esperan, a su muerte, escaparse con las llamas del ciclo de renacimientos y hallar así la liberación eterna. Ayudada por sus dos jóvenes hermanos, Ananda se pasaba el día hurgando en el cieno pestilente en busca de algún tesoro mezcla- do con las cenizas de los difuntos, una sortija, un colgante medio fundido, un diente de oro o, simplemente, algunos trozos de madera calcinada. Desde lo alto de la veranda [mirador] del templo el padre de la muchacha vigilaba la pesca milagrosa. El padre de Ananda era el ejecutor de las pompas que preparaban a los hindúes para la inmortalidad, el gran ordena- dor de la cremación de cadáveres. Debido a este comercio, él y los suyos pertenecían a la casta de los Dom, la más baja, la más impura de la jerarquía hindú. [...] Aquel otoño, la hija del quemador de cadáveres acababa de llegar a la edad de la pubertad. Ante el anuncio del acontecimiento, padre se apresuró a cumplir la más sagrada misión encomendada a un padre indio: encontrarle un esposo. A decir verdad, los padres de Ananda pensaban en su boda desde su nacimiento. Con ese fin, su madre la había iniciado en todas las tareas domésticas, incluso en las más penosas. Para ella no nubo juegos ni escuela, sino, únicamente, la vigilancia de sus hermanos, los trabajos del fregado y de la colada [lavado de ropa], y, naturalmente, la recuperación de las joyas y de la madera del Ganges. Varios caballeros llegaron enseguida a casa del Dom Rajá para mantener con él misteriosos conciliábulos. [...] Venían a discutir las condiciones financieras del matrimonio. Un día los visitantes se presentaron acompañados de un hombre con dhoti blanco que llevaba unos rollos de papel bajo el brazo. Era un joshi, un astrólogo que venía para estudiar con el padre de Ananda y con sus huéspedes las cartas del cielo para situar los planetas y decir si la con- junción de astros cuando nació la niña era conciliable con la del muchacho que le habían elegido. Como el examen resultó positivo, el joshi indicó el día y la hora más propicios para la unión proyectada. Ananda no había tenido ni la oportunidad ni el derecho de expresar su opinión. Catorce días antes de los esponsales, cuando su padre hacía llegar a su futura familia política los regalos de la dote, [...] la muchacha advirtió en su mejilla, justo al lado del anillo de oro incrustado en la aleta de su nariz, una mancha clara, ligeramente saliente, del tamaño de un garbanzo. Ella palpó el sitio con la punta de un dedo y descubrió con asombro que aquel punto era insensible al tacto. [...] Desde que pasaba la mitad de su existencia en las aguas pútridas, el gran río purificador no había tenido ningún miramiento con su epidermis. Los granos, las pústulas y los forúnculos hinchaban permanentemente alguna parte de su cuerpo [...] Como esta insólita mancha insensible al tacto persistía más tiempo del acostumbrado, Ananda se la enseñó a su madre. Esta la envió en busca de un quack, uno de esos curanderos de la calle [...]. El viejo indio examinó la mejilla de la jovencita. -No existe ninguna pomada para esta enfermedad -murmuró-. Es la lepra". pregunta:continua escribiendo un final para historia​

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Contestado por alessandroaguilarsan
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