Elementos positivos y negativos de la constitución de 1833
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El profesor asociado del Departamento de Derecho Público de la Pontificia Universidad Católica Germán Concha cree que la Constitución, más allá de enfrentar un problema de legitimidad, se ha convertido en un símbolo.
"Me da la impresión de que hay un sector de Chile para el cual la Constitución del 80 es el equivalente a la 'desmonumentalización' pos Franco de España. Como aquí no hay monumento que sacar, como no hay nadie a quien desenterrar, como no hay un Valle de los Caídos, ¿dónde está el monumento?: la Constitución", dice en Desde el Jardín, de Radio PAUTA.
De esta forma explica que hay un sector que quiere movilizar la estructura completa y no un aspecto en particular. En este caso, señala que se podría producir una crisis de expectativa, pero que la Constitución forma solo una parte del sistema institucional, por lo que no puede resolverlo todo. Destaca que tal creencia es tanto jurídica como socialmente incorrecta, ya que la Constitución se compone de dos elementos: en primer lugar, las bases de los poderes, es decir, quién concentra el poder y cómo lo ejerce. El segundo elemento considera un conjunto de posiciones que establecen un mínimo que permite que todos los que conforman una sociedad estén dispuestos a perder una elección.
"Una de las cosas que la Constitución tiene que garantizar es ese conjunto de mínimos. Que me permita ir a la elección y decir 'bueno, si pierdo, me preparo para la siguiente elección, hago campaña, trato de convencer a la gente', porque las cosas van a cambiar, sí. Porque alguien va a ganar, va a ejercer su programa político, pero no se van a afectar esos mínimos. Y eso es muy importante, que quede bien hecho en la Constitución", señala el profesor de derecho político.
La Constitución del 33
Chile es un caso especial en la creación de textos jurídicos.
En el inicio de la República hubo varios intentos fallidos y confrontaciones civiles. Hubo múltiples modificaciones con la idea de alcanzar un equilibrio razonable, pero un tanto utópico, hasta que se creó la Constitución de 1833, plantea el abogado. Con ella nacerían la impersonalidad, la institucionalidad y, lo más importante, la seguridad. Como señala Cristián Warnken, aquella Constitución se estableció en un marco de la pasión por el orden. Concha explica que esa necesidad se originó sobre la base del miedo que sentía Chile ante la tendencia populista que corría por la región.
Por tanto, durante 1833 se elevaron el orden y la seriedad gracias a una figura que no estaba vinculada al rubro legal. "Y esa Constitución nueva, que será la primera que durará largo en Chile, que durará hasta 1925, está muy influida por la visión de un hombre que no es abogado, que es [Diego] Portales. Que en el fondo es la carta […,] que es decir 'lo que nosotros necesitamos es algo estable, ordenado y que funcione'", cuenta Concha.
A pesar de que tal Constitución le otorgó al país lo que más anhelaba, la estabilidad, el profesor UC destaca que su aspecto negativo fue que poseía "rasgos parlamentarios", pero sin conformar un régimen parlamentario en su totalidad.
En 1925 llegaría otro cambio constitucional. Fuertemente impulsada por Arturo Alessandri Palma, su vigencia ocurrió durante los gobiernos radicales y se planteó un Estado social de Derecho, destaca Concha. Sin embargo, sostiene que su aspecto negativo fue su diagnóstico inclinado hacia un régimen presidencial, el cual muchas veces fue bloqueado por partidos políticos, como ocurrió con Salvador Allende. "El gran diagnóstico fue que la Constitución del 25 quiso hacer ciertas cosas, pero no fue suficientemente fuerte para frenar este riego del populismo", explica.
Revalorizar el gradualismo
El abogado establece dos modelos para formular una Constitución. Aunque la gran mayoría sigue el sistema de crear un documento legal escrito, el otro modelo evalúa la Constitución como un proyecto más complejo, que contiene un conjunto de documentos, tradiciones y acuerdos. Concha rescata el caso de Reino Unido, ya que, utilizando el segundo método, instaló un proceso de diálogo gradual desde la Carta Magna de 1215. "Creo que a nosotros nos haría bien mirar experiencias históricas que nos permitieran volver a valorizar el gradualismo en el fondo. Siento que hoy estamos muy en la lógica de la revolución que es capaz de construir algo de cero", profundiza.
Explicación:
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