elaboraran una nota periodística sobre los sucesos científicos más importantes en la época de la independencia de México canva
Respuestas a la pregunta
La ciencia en el México colonial e independiente
Science in the colonial and independent Mexico
Hacia finales del 2011, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología hizo llegar a este Comité Editorial su esplendida edición del libro "Las Revoluciones políticas y la ciencia en México" de Juan José Saldaña. Aun recientes las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, hemos considerado oportuno en este espacio editorial retomar algunos de sus párrafos más significativos, sobre todo, en el ámbito del origen de las publicaciones científicas y el desarrollo de las ciencias de la vida, en las cuales se inscribe la Revista Mexicana de Ciencias Forestales. En una primera entrega nos avocaremos a la relevancia del conocimiento científico para configurar el carácter de las nuevas naciones americanas. Una vertiente soslayada de los estudios históricos que explican el germen de los movimientos independentistas, pero que definitivamente delinean la conciencia, entre muchas cosas, del territorio que junto con la población y el gobierno erigen a los Estados. La ciencia está siendo considerada como uno de los factores que han incidido en la conformación de la historia nacional, desde una perspectiva de un hecho cognoscitivo - cultural. Es así, que se acude a la historia de la ciencia para explicar las revoluciones o aspectos de los regímenes políticos y demostrar la presencia de diversos condicionantes culturales en el comportamiento de los actores y el poder. Las instituciones y la cultura científica se caracterizan por fusionar el saber y lo social, a fin de producir ciencia viable para la colectividad.
En la Nueva España crepuscular, dominada por la corona española, no había llegado aún el momento para que la ciencia y la política local se retroalimentaran recíprocamente. Solo la emergencia del México Independiente, producto de una revolución social y política, habría de dar lugar a la institucionalización de la ciencia en el país, en función de la necesidad del conocimiento y los objetivos políticos.
La actividad científica que tuvo lugar en la Nueva España, en el siglo XVI, estuvo enmarcada en la ciencia europea. España había participado activamente en el desarrollo científico y técnico del Renacimiento y la conquista de América le permitió, así como a Portugal, aumentar su protagonismo en el avance científico de esa centuria. Ramas del conocimiento como la Astronomía -en su aplicación a la navegación-, la Geografía, la Cartografía, la Medicina, y la Botánica tuvieron un impulso importante. También se acrecentaron los conocimientos matemáticos relacionados con el cálculo mercantil y la medición; así como, las técnicas y la fabricación de instrumentos científicos, la metalurgia y la construcción naval. Las contribuciones hispanolusitanas y la enseñanza de lo aprendido de los habitantes locales y lo descubierto de la naturaleza del nuevo mundo, aunado a los desarrollos, que entonces surgieron en las ciencias del resto de Europa contribuyeron en la renovación de la imagen de la naturaleza y del hombre. Al implantarse durante el siglo XVI la ciencia renacentista europea en América, y le correspondió a la Nueva España un lugar destacado, en un primer momento, en la asimilación de los saberes científicos y después en el cultivo de ellos.
La Revolución Científica, aunque se gestó desde la centuria anterior, llegó a su plena madurez a lo largo del siglo XVII. Contrariamente a la opinión tradicional, España entró en contacto con la ciencia moderna en ese mismo siglo. Si bien, en el proceso de incorporación se produjeron varias etapas que correspondieron a la evolución general de la sociedad española. En los primeros treinta años la ciencia española fue una prolongación de la renacentista, desinteresándose por los nuevos planteamientos. En los años centrales de ese siglo se introdujeron en el ambiente científico español elementos modernos, que fueron aceptados como meras rectificaciones de detalle a las doctrinas tradicionales o simplemente rechazados. En las dos últimas décadas del siglo, algunos autores hispanos iniciaron el rompimiento con los esquemas clásicos y la asimilación sistemática de las nuevas corrientes. Este período fue una verdadera preilustración y los historiadores lo denominan el de los Novatores.