Elaborar un texto argumentativo sobre la influencia de la ideología liberal en nuestra sociedad actual
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El pasado 4 de noviembre, la Fundación Progreso y Democracia organizó en la Sala Valle-Inclán del Círculo de Bellas de Madrid una mesa redonda titulada “El pensamiento liberal en la actualidad”, con la participación de Mario Vargas Llosa, Irene Lozano, Fernando Savater y José Varela, bajo la moderación de Fernando Maura. Aunque los inicios de la conversación versaron sobre el desapego ciudadano hacia la política y los casos recientes de corrupción –hoy tristemente tan presentes como entonces–, los participantes rápidamente abordaron el papel del liberalismo en la crisis actual, su historia reciente, la medida en que puede seguir siendo lo que Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y los Padres Fundadores estadounidenses concibieron hace más de ya dos siglos, y cómo se relaciona con otros grandes sistemas de pensamiento de nuestro tiempo: el conservadurismo, la socialdemocracia y, por supuesto, el antiliberalismo.
Transcribimos aquí la mesa redonda –con un pequeño trabajo de edición para adaptar el estilo a la lengua escrita– y aprovechamos para expresar nuestro agradecimiento a la Fundación Progreso y Democracia por todas las facilidades prestadas a Letras Libres.
Fernando Maura: En la última encuesta del cis, dentro de los problemas que se plantean en España, los partidos políticos, especialmente los mayoritarios, constituyen una preocupación mayor para los encuestados que el terrorismo. Me gustaría que compartierais vuestra opinión sobre este asunto.
Mario Vargas Llosa: El fenómeno del desencanto con los partidos políticos, me atrevería a decir con las instituciones democráticas, es un fenómeno muy extendido. Se produce prácticamente en todas las democracias y curiosamente en las democracias más establecidas, más sólidas, de mejor tradición. ¿A qué se debe? Una de las razones es que vivimos en una realidad que ha evolucionado mucho más rápido que las ideas políticas. Las ideas políticas se han quedado desfasadas con este mundo en el que experimentamos a diario transformaciones radicales –por la extraordinaria revolución tecnológica que vivimos, por la evaporación de las fronteras, por la integración económica del globo–, en tanto que la vida política transcurre sobre cauces tradicionales.
Por otra parte se debe a un fenómeno más bien lamentable, que es el del empobrecimiento de la vida política. Empobrecimiento porque la política atrae cada vez menos a los mejores, a los más cultos, a los más idealistas, y entonces la clase política va siendo conformada más bien por burocracias poco imaginativas, que son más administradoras de lo existente que creadoras de lo nuevo. Esa democracia no se ha renovado, carece de ideas que la pongan en la actualidad, y además ha experimentado fenómenos como el de la corrupción, un fenómeno que se vive en muchísimos países democráticos y que en los últimos tiempos se ha vivido en España de una manera espectacular y muy dramática. Y aunque creo que ése es un fenómeno minoritario en la vida política, hay un amplio sector que se ha visto tremendamente impresionado. Probablemente esto ha contribuido más que nada a ese desencanto con la clase política, con las instituciones políticas y con la vida democrática. Es algo desde luego muy peligroso porque sin participación, sin renovación, la democracia se anquilosa y puede llegar a erosionarse hasta su desplome. Creo que es muy importante que las nuevas generaciones participen en la vida política, como ocurrió aquí en España en la Transición; que la política ilusione a los más jóvenes y atraiga a los mejores. Esa será la manera más efectiva de inyectar ideas nuevas y cambiar esa impresión más bien deprimida, desmoralizada, que se está extendiendo en la opinión pública respecto a la política.
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