elabora un mural o cartel en el que se me aprecie con claridad el horror de la guerra y la importancia de la paz
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1A raíz del final de la así denominada “Guerra Fría”, los fenómenos de violencia colectiva, y de guerra en particular, han suscitado un número creciente de análisis1. De manera singular o transversal, se han invocado la religión, las crispaciones étnicas y nacionalistas2, la idea de “nuevas guerras”33 y un supuesto “choque de civilizaciones”4 para dar cuenta de la dinámica de los conflictos5. Más allá de su diversidad, estos discursos tienen que ver “en filigrana” con cambios en las representaciones de la violencia.
6 La guerra de Corea (1950-1953) constituye una clara excepción a esta afirmación.7 John Lewis Gaddis, The long peace: Inquiries into the history of the cold war, Oxford, Oxford Unive (...)8 Claude Le Borgne, La guerre est morte, París, Grasset, 1987.
2¿Cómo interpretar esta efervescencia intelectual? Empecemos por recordar que la disuasión nuclear, inherente a la “Guerra Fría”, ha contribuido a instaurar una situación de no confrontación armada directa entre las grandes potencias y algunos de sus aliados6 a pesar de múltiples crisis y tensiones. De allí la tentación de hablar de “una larga paz”7, tras la experiencia traumática de los dos conflictos mundiales, en referencia a los años comprendidos entre las décadas 1950 y 1980 que delimitaron las grandes líneas de la “Guerra Fría”. En un tono algo provocador, se afirmó inclusive que la guerra estaba “muerta”88 subrayando la improbable ocurrencia de una conflagración militar de gran magnitud.
3La rivalidad “este-oeste” característica de la época, atenuó el imaginario brutal de la guerra, al menos en Europa y Estados Unidos, y favoreció las lecturas macro que menospreciaron la complejidad de los factores bélicos y sus manifestaciones desestructurantes en el marco de la descolonización (Indochina, Argelia, rebelión Mau-Mau en Kenya, África lusófona, etc.) o de luchas fratricidas por el poder nacional (ex Zaire, Chad, etc.). Estas lecturas tendieron también a analizar los diferentes conflictos
9 Para un ejemplo de análisis detallado de la guerra contemplada “desde abajo”, véase Christian Geffr (...)
4internos complicados por la intervención de fuerzas o países extranjeros como si la violencia armada fuese un simple producto derivado del antagonismo bipolar (Vietnam, Angola, Afganistán, América Central, etc.). Es decir, que la historicidad local de estas guerras fue a menudo ocultada, y abandonada a unos pocos historiadores, sociólogos y antropólogos9, en beneficio de enfoques globalizantes.
10 Ver en este sentido, Robert Kaplan, “The coming anarchy”, en The Atlantic Monthly, no. 2, volumen 2 (...)11 Para retomar el título sugestivo del libro de Philippe Delmas, Le bel avenir de la guerre, París, G (...)12 Ver al respecto Hugo Fazio Vengoa, El mundo después del 11 de septiembre, Bogotá, IEPRI-Alfaomega, (...)
5Una vez desaparecido el sesgo de la confrontación “este- oeste”, una plétora de analistas ha (re)descubierto los conflictos en toda su pluralidad. La guerra es de actualidad, no sólo en las mentes, sino también en los hechos. En desacuerdo con lo que expertos en relaciones internacionales esperaban al salir de la “Guerra Fría”, la configuración mundial no aparece, por el momento, menos bélica que en el pasado. Si bien es cierto que varias guerras encontraron una solución negociada en inicios de los años 1990 (Mozambique, Centroamérica, etc.), otras se han prolongado e intensificado desde entonces (Colombia, Sudán, etc.) al igual que se han detonado nuevos focos de enfrentamiento (Sierra Leona, Argelia, ex Yugoslavia, etc.). A la luz de lo anterior y en respuesta a quienes postulaban en los años 1980 que la guerra había muerto, podríamos replicar, sin caer en una visión “apocalíptica” del mundo10, diciendo que ésta tiene hoy un “brillante porvenir”11. Los atentados del 11 de septiembre de 2001, perpetrados en Estados Unidos, cuyos efectos no cesan de influir en el sistema internacional12, no han infirmado esta aserción. Por el contrario, junto con diversos teatros de conflictos regionales, han evidenciado dos expresiones mayores de la violencia: la guerra y el terrorismo
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gracias