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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
- nesesito un resumen porfavor
Explicación:
LA VENGANZA.
Al regresar, un domingo, el viejo José a su casa, tuvo una dolorosa sorpresa. Sus frutales, sus
bellas plantas floridas, su diminuta huerta, todo aquello que era el fruto adorado de su vida
solidaria, estaba como arrasado por un tropel de potros. El viejo hundió los labios, arqueo las cejas
y meneo la cabeza un largo rato, sin valor para andar más. ¿Quién lo hería así, en su pobreza y en
su corazón? Luego se miró las manos preguntándoles si tendrían fuerzas aun para rehacer lo
perdido. Y, al apreciar más el daño, distinguió en el suelo un hacha. Era de Pedro, el vecino, el
envidioso Pedro, que sufría ante aquel prodigio del trabajo y la paciencia. Precisamente, algunos
días después debía Pedro pagarle la medianería de un muro. Y vino, y saludo sonriendo al viejo
José, el cual retribuyó su amabilidad lo mejor que pudo. Más, cuando saco el dinero, el viejo lo
detuvo: - He pensado pedirle que no me pague esa suma. Solo he quedado en el mundo, poco me
resta de vida, y para mis necesidades puedo trabajar aun. Usted es joven, tiene muchos lindos
hijos. ¡Concédame el favor que le suplicó! Insistió de tal manera que Pedro, turbado hasta dar
traspiés, hubo de retirarse con el dinero. Otros días pasaron, y una noche fría y lluviosa despertó al
viejo un gran alboroto en casa del vecino. Se levantó e inquirió lo que ocurría. La esposa moría, y el
marido, desesperado, no se decidía a dejarla para ir a buscar al médico. El viejo José, encorvado
bajo la lluvia, fue dando saltitos y trajo el médico, que salvo a la enferma. - ¡Ya es bastante, Dios
mío ¡- exclamaba Pedro, mirando la casa del vecino. Faltaba aun la venganza más terrible. Pedro
recordaba bien que el día de la borrachera había olvidado el hacha en el jardín del vecino, y esto lo
atormentaba hasta la locura. La busco varias noches, sin resultados. ¿Cómo era posible que no la
hubiese visto todavía? Y he aquí que, entre unas matas de su propio jardín, encontró Pedro el
hacha, como caída allí al acaso, con hojas y tierra encima… Al inclinarse, distinguió las huellas
apenas perceptibles de los pies de un hombre, que iban hasta el muro lindero, precisamente al
sitio donde era más fácil el acceso… Sin poderse contener, salió a la calle y penetro en la casa del
vecino. Entro derechamente hasta el fondo, con la cabeza baja, sin decir palabra. - Hola, amigo,
buen día – dijo alegremente el viejecito, apoyándose en su escardillo para observarlo con sus
ojitos seniles. Pedro, entonces, se le acercó sumisamente. Quiso hablar y no pudo; sintió grandes
deseos de ser chico y llorar; y cayendo de pronto sobre los pies desnudos del anciano, los apretó
con sus manos y los besó hasta mojarlos con sus lágrimas. Luego, siempre en silencio, Pedro se
puso a ayudar al viejecito en su tarea…