EL SUFRAGIO UNIVERSAL
1-¿Cómo era el trabajo en las fábricas?
2-sintetizar las ideas y acciones de Victoria Woodhooll, Clara Campoamor y Emmeline Pankhurt
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Hace 170 años comenzó en Estados Unidos uno de los movimientos sociales y políticos más importantes de la historia de la humanidad: el sufragismo. Desde la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls (1848) hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas (1948), se llevó a cabo una intensa lucha a nivel mundial por los derechos políticos de las mujeres hasta conseguir el voto femenino
Explicación:
Durante la Revolución Francesa de 1789, las mujeres denunciaron que los valores que se reivindicaban, la libertad, la igualdad y la fraternidad, solo estaban destinados a los hombres. Una de las voces de protesta más energéticas fue la de Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, en 1791. En este documento, la autora reclamaba para las mujeres los mismos derechos políticos que disfrutaban los hombres, el voto entre ellos; pero no tuvo éxito.
Antes de la Primera Guerra Mundial, las mujeres generalmente eran consideradas intelectualmente inferiores e incapaces de pensar por sí mismas. Por ello parecía evidente que no deberían pretender tener los mismos derechos civiles que los hombres. Afirmaban que los asuntos políticos, en particular, estaban fuera de alcance del el espíritu femenino, y por tanto era impensable pretender que las mujeres pudieran votar.
La fundación del sufragismo se sitúa en 1848, con la Declaración de Sentimientos de Seneca Fallsen Estados Unidos. La profesora de Historia en la Universidad Autónoma de Madrid, Carmen de la Guardia, afirma que en ese momento “se reunieron por primera vez las pioneras feministas y redactaron un manifiesto que imitaba y corregía la Declaración de Independencia de Estados Unidos. En él sustituyeron las palabras "Reino Unido" por "varones" y "colonias americanas" por "mujeres". Culpaban a los varones por la situación indigna que la historia les había deparado, y en su manifiesto exigían derechos civiles, aquellos que les permitieran apropiarse de su destino.”
Entonces nace el sufragismo, un “movimiento organizado de mujeres que deciden reunirse cada año y comienzan a hablar no solo de derechos civiles, sino también de derechos políticos, de la capacidad de elegir y de ser elegidas".
El movimiento sufragista culmina en 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas, donde finalmente se reconoció el sufragio femenino como derecho humano universal, declarando que "toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos".
La incorporación de las mujeres al trabajo
La sociedad industrial y el liberalismo no aportaron cambios significativos a la situación política, legal y económica de las mujeres, que siguieron estando discriminadas respecto a los varones. Únicamente sirvió para transformar la posición de los hombres, que consiguieron inicialmente el sufragio censitario y más tarde el universal.
En la Primera Guerra Mundial las mujeres se incorporaron al mercado laboral para sustituir a los hombres que habían marchado al frente. Por ello, las mujeres comenzaron a reivindicar más derechos argumentando que, si eran competentes para realizar trabajos propios de los varones, también lo eran para gozar de sus derechos.
"La consciencia de su valor social alentó sus demandas del derecho de sufragio"
Tal como afirmó la escritora y filósofa francesa, Simone de Beauvoir, “mediante el trabajo ha sido cómo la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa.
En la Gran Bretaña de principios del siglo XX, el 70% de las mujeres solteras, entre 20 y 45 años, tenían un trabajo remunerado. Pero el trabajo femenino en las fábricas y las minas se desarrollaba en condiciones de extrema explotación y discriminación de salarios frente a sus compañeros. Además, las mujeres tenían vetadas las áreas profesionales de mayor responsabilidad y la educación superior, a la que únicamente podían acceder las mujeres burguesas en el ámbito doméstico.
Esto provocó que el sentimiento feminista creciera porque, según afirma Carmen de la Guardia, “estas mujeres se sintieron discriminadas y segregadas y comenzaron a compararse con los esclavos, ya que se dieron cuenta de que les faltaban los derechos mínimos para ejercer su libertad individual”, puesto que no podían comprar ni vender, no podían contratar, viajar ni trabajar sin el consentimiento marital, entre otras muchas cosas.
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