El sabio no tiene ningún deseo La vida tiene mucho que ver con el deseo, ya que la vida está hecha de necesidades, de la búsqueda de cualquier objeto que satisfaga esas necesidades, de la angustia de no obtener el objeto que daría satisfacción a la necesidad, y del dolor que llega incluso cuando las necesidades se ven satisfechas, a través del miedo y la preocupación. Por ello da la impresión de que esta vida tiene una enorme capacidad de crear nuevas necesidades y por consiguiente nuevos dolores, particularmente para los seres humanos, que tienen un alcance mucho mayor que cualquier otra especie en su visión de la vida. El hombre puede incluso apuntar al infinito, una visión efectivamente excitante, pero también puede producir una lista interminable de deseos insatisfechos a veces sino a menudo simplemente por el hecho de que son imposibles. Mientras que la mayoría de las especies se contentan con las necesidades particulares de su propia especie -la gallina no pretende bucear ni elefante quiere volar- la especie humana no conoce límites a sus deseos, ambiciones o pretensiones, y por tanto tampoco conoce los límites de su dolor. Se podría argumentar que el hombre satisface más deseos que ninguna otra especie y por tanto puede sentirse más contento, pero parece su imaginación y su avidez sobrepasan su capacidad de ser satisfecho. Incluso si la filosofía a través del tiempo y del espacio ha seguido muchos caminos, parece que hay cierta coherencia en las diferentes formas en que los filósofos han intentado resolver la excesiva capacidad del hombre para hacerse infeliz a sí mismo. Llamaremos a esa base común "reconciliación con uno mismo". Ya sea con el epicúreo "carpe diem", que nos invita a apreciar el momento presente, ya con el idealista y puro placer de pensar y razonar, ya con la perspectiva del mundo extramundano o realidad que modera, restringe o aniquila los deseos comunes como encontramos en muchas religiones, o con el imperativo de aceptar simplemente la realidad, a pesar de su dureza o precisamente por ella, ya con el amor de los conceptos trascendentes como verdad, bien o belleza, que en sí mismos sirven para sublimar todo dolor y satisfacer el alma, o con el disfrute de la acción pura, física o mental, liberada de toda expectativa de recompensa, de este modo han intentado ofrecer al ser humano muchas recetas para obtener lo que podríamos llamar una "vida mejor". Evidentemente, uno puede saltar en este punto y gritar: "Te das cuenta, ¡la filosofía es la vida! Tú mismo lo acabas de reconocer, la filosofía nos ayuda a vivir una vida mejor."
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En cierto modo, esa jerarquía de las necesidades se denomina también como la «tercera fuerza» ya que, según él, nuestras acciones están motivadas por el objetivo de cubrir o satisfacer dichas necesidades. Y eso es lo que, según su teoría, explicaría muchos de los comportamientos y decisiones que condicionan en gran medida nuestra conducta y nuestra vida.
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