El reloj de las burlas Había en lo más profundo de la Selva Misionera de Argentina un precioso reloj de cuco que un famoso artesano misionero que lo había construido hace años. Era impresionante, tanto por su tamaño como por su ingeniería. Un día el vigilante del reloj vio salir apresurado del cuco, que, al oír algunas risas detrás, corrió de nuevo al interior, desapareciendo con un portazo. También comprobó que en ocasiones la aguja de las horas no se movía adecuadamente, sobre todo entre las doce y la una. Los gongs a veces sonaban con poco rítmicos y las pesas bajaban y subían como a tirones. Un día, sin saber cómo, el reloj se paró. Poco a poco una capa de moho y maleza comenzó a cubrirlo. El vigilante llamó a Agnes, la sabia curandera de mecanismos del bosque. Cuando Agnes llegó, lo primero que hizo fue hablar con cada una de las partes del reloj. Amigo Cuco ¿Por qué has dejado de salir a las horas? Me da vergüenza -confesó el cuco- Cada vez que salgo hacen comentarios y se ríen de mí. Que si canto desafinado, que si me voy a tropezar… Agnes habló entonces con la aguja horaria. Hola amiga aguja. Me han dicho que has dejado de ser exacta y que te reis del cuco. La culpa la tiene la aguja mayor. Nos contagió a todas con sus bromas. Pensábamos que sólo nos íbamos a burlar del cuco pero al final todo el mundo se ríe de todo el mundo. Nadie se siente segura. A mi me meten presión cada vez que tengo que bajar de las doce a la una, y me ha entrado el vértigo. Agnes se dirigió a continuación a las pesas. Hola amigas pesas, me han dicho que el ambiente en el reloj no es de mucha confianza. ¿Mucha? – contestaron las pesas- Demasiada confianza es la que se han tomado algunas personas. A nosotras nos llaman gordas así que nos hemos declarado en huelga. La mujer sabia decidió hablar con la aguja minutero. Hola aguja mayor. Dicen que tú comenzaste, riéndote del cuco. Sí, -reconoció sonrojándose la aguja minutero- Se me ha ido de las manos. Lo de ser la aguja mayor se me subió a la cabeza y empecé a fastidiar por divertirme. Ahora me doy cuenta de que he hecho un gran daño y además he perdido a mis amigas. La gente está conmigo porque me tiene miedo. Sé que es cuestión de tiempo que me quede sola. Agnes siguió hablando con todas las demás piezas y al final llamó al vigilante. Me temo amigo mío que este reloj necesita aceite. Pero no cualquier aceite. Necesita mi aceite especial del respeto. Cuando Agnes fue impregnando suavemente cada una de las piezas del reloj, éstas empezaron a ver a sus compañeras de otra manera. La aguja pequeña les dijo a las pesas. Hacen una gran labor, gracias a ustedes mis cambios de hora se hacen exactos y suaves. Las pesas le dieron las gracias y le dijeron al cuco. Ha sido un placer trabajar estos años contigo. Tus cantos han hecho mucho más llevaderas nuestras subidas y bajadas. El cuco sonrió al ver que era de nuevo apreciado y le dijo a la máquina del gong: Con tu ritmo mis cantos suenan exactos y alegres. ¡No dejen de sonar nunca! Todas las piezas fueron reconocido el trabajo de las demás. Poco a poco fueron tomando
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perdón no lo sé pero gracias por los puntos
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el primero es a la brújula creo y el segundo no la sé
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