El relato heroico de octavio paz libro
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de octavio paz
El arco y la lira. Fondo de Cultura Económica. México, 1956.
La consagración del instante
En páginas anteriores se intentó distinguir el acto poético de otras experiencias colindantes.Ahora se hace necesario mostrar cómo ese acto irreductible se inserta en el mundo. Aunque lapoesía no es religión, ni magia, ni pensamiento, para realizarse como poema se apoya siempre enalgo ajeno a ella. Ajeno, mas sin lo cual no podría encarnar. El poema es poesía y, además, otracosa. Y este además no es algo postizo o añadido, sino un constituyente de su ser. Un poema purosería aquel en el que las palabras abandonasen sus significados particulares y sus referencias a estoo aquello, para significar sólo el acto de poetizar — exigencia que acarrearía su desaparición, pueslas palabras no son sino significados de esto y aquello, es decir, de objetos relativos e históricos. Unpoema puro no podría estar hecho de palabras y seria, literalmente, indecible. Al mismo tiempo, unpoema que no luchase contra la naturaleza de las palabras, obligándolas a ir más allá de sí mismas yde sus significados relativos, un poema que no intentase hacerlas decir lo indecible, se quedaría ensimple manipulación verbal. Lo que caracteriza al poema es su necesaria dependencia de la palabratanto como su lucha por trascenderla. Esta circunstancia permite una investigación sobre sunaturaleza como algo único e irreductible y, simultáneamente, considerarlo como una expresiónsocial inseparable de otras manifestaciones históricas. El poema, ser de palabras, va más allá de laspalabras y la historia no agota el sentido del poema; pero el poema no tendría sentido —y nisiquiera existencia— sin la historia, sin la comunidad que lo alimenta y a la que alimenta.Las palabras del poeta, justamente por ser palabras, son suyas y ajenas. Por una parte, sonhistóricas: pertenecen a un pueblo y a un momento del habla de ese pueblo: son algo fechable. Porla otra, son anteriores a toda fecha: son un comienzo absoluto. Sin el conjunto de circunstancias quellamamos Grecia no existirían la Iliada ni la Odisea; pero sin esos poemas tampoco habría existidola realidad histórica que fue Grecia. El poema es un tejido de palabras perfectamente fechables y unacto anterior a todas las fechas: el acto original con el que principia toda historia social o individual;expresión de una sociedad y, simultáneamente, fundamento de esa sociedad, condición de suexistencia. Sin palabra común no hay poema; sin palabra poética, tampoco hay sociedad, Estado,Iglesia o comunidad alguna. La palabra poética es histórica en dos sentidos complementarios,inseparables y contradictorios: en el de constituir un producto social y en el de ser una condiciónprevia a la existencia de toda sociedad.El lenguaje que alimenta al poema no es, al fin de— cuentas, sino historia, nombre de esto oaquello, referencia y significación que alude a un mundo histórico cerrado y cuyo sentido se agotacon el de su personaje central: un hombre o un grupo de hombres. Al mismo tiempo, todo eseconjunto de palabras, objetos, circunstancias y hombres que constituyen una historia arranca de unprincipio, esto es, de una palabra que lo funda y le otorga sentido. Ese principio no es histórico ni esalgo que pertenezca al pasado sino que siempre está presente y dispuesto a encarnar. Lo que noscuenta Hornero no es un pasado fechable y, en rigor, ni siquiera es pasado: es una categoríatemporal que flota, por decirlo así, sobre el tiempo, con avidez siempre de presente. Es algo quevuelve a acontecer apenas unos labios pronuncian los viejos hexámetros, algo que siempre estácomenzando y que no cesa de manifestarse. La historia es el lugar de encarnación de la palabrapoética.El poema es mediación entre una experiencia original y un conjunto de actos y experienciasposteriores, que sólo adquieren coherencia y sentido con referencia a esa primera experiencia que elpoema consagra. Y esto es aplicable tanto al poema épico como al lírico y dramático. En todos ellosel tiempo cronológico —la palabra común, la circunstancia social o individual— sufre unatransformación decisiva: cesa de fluir, deja de ser sucesión, instante que viene después y antes deotros idénticos, y se convierte en comienzo de otra cosa.
El arco y la lira. Fondo de Cultura Económica. México, 1956.
La consagración del instante
En páginas anteriores se intentó distinguir el acto poético de otras experiencias colindantes.Ahora se hace necesario mostrar cómo ese acto irreductible se inserta en el mundo. Aunque lapoesía no es religión, ni magia, ni pensamiento, para realizarse como poema se apoya siempre enalgo ajeno a ella. Ajeno, mas sin lo cual no podría encarnar. El poema es poesía y, además, otracosa. Y este además no es algo postizo o añadido, sino un constituyente de su ser. Un poema purosería aquel en el que las palabras abandonasen sus significados particulares y sus referencias a estoo aquello, para significar sólo el acto de poetizar — exigencia que acarrearía su desaparición, pueslas palabras no son sino significados de esto y aquello, es decir, de objetos relativos e históricos. Unpoema puro no podría estar hecho de palabras y seria, literalmente, indecible. Al mismo tiempo, unpoema que no luchase contra la naturaleza de las palabras, obligándolas a ir más allá de sí mismas yde sus significados relativos, un poema que no intentase hacerlas decir lo indecible, se quedaría ensimple manipulación verbal. Lo que caracteriza al poema es su necesaria dependencia de la palabratanto como su lucha por trascenderla. Esta circunstancia permite una investigación sobre sunaturaleza como algo único e irreductible y, simultáneamente, considerarlo como una expresiónsocial inseparable de otras manifestaciones históricas. El poema, ser de palabras, va más allá de laspalabras y la historia no agota el sentido del poema; pero el poema no tendría sentido —y nisiquiera existencia— sin la historia, sin la comunidad que lo alimenta y a la que alimenta.Las palabras del poeta, justamente por ser palabras, son suyas y ajenas. Por una parte, sonhistóricas: pertenecen a un pueblo y a un momento del habla de ese pueblo: son algo fechable. Porla otra, son anteriores a toda fecha: son un comienzo absoluto. Sin el conjunto de circunstancias quellamamos Grecia no existirían la Iliada ni la Odisea; pero sin esos poemas tampoco habría existidola realidad histórica que fue Grecia. El poema es un tejido de palabras perfectamente fechables y unacto anterior a todas las fechas: el acto original con el que principia toda historia social o individual;expresión de una sociedad y, simultáneamente, fundamento de esa sociedad, condición de suexistencia. Sin palabra común no hay poema; sin palabra poética, tampoco hay sociedad, Estado,Iglesia o comunidad alguna. La palabra poética es histórica en dos sentidos complementarios,inseparables y contradictorios: en el de constituir un producto social y en el de ser una condiciónprevia a la existencia de toda sociedad.El lenguaje que alimenta al poema no es, al fin de— cuentas, sino historia, nombre de esto oaquello, referencia y significación que alude a un mundo histórico cerrado y cuyo sentido se agotacon el de su personaje central: un hombre o un grupo de hombres. Al mismo tiempo, todo eseconjunto de palabras, objetos, circunstancias y hombres que constituyen una historia arranca de unprincipio, esto es, de una palabra que lo funda y le otorga sentido. Ese principio no es histórico ni esalgo que pertenezca al pasado sino que siempre está presente y dispuesto a encarnar. Lo que noscuenta Hornero no es un pasado fechable y, en rigor, ni siquiera es pasado: es una categoríatemporal que flota, por decirlo así, sobre el tiempo, con avidez siempre de presente. Es algo quevuelve a acontecer apenas unos labios pronuncian los viejos hexámetros, algo que siempre estácomenzando y que no cesa de manifestarse. La historia es el lugar de encarnación de la palabrapoética.El poema es mediación entre una experiencia original y un conjunto de actos y experienciasposteriores, que sólo adquieren coherencia y sentido con referencia a esa primera experiencia que elpoema consagra. Y esto es aplicable tanto al poema épico como al lírico y dramático. En todos ellosel tiempo cronológico —la palabra común, la circunstancia social o individual— sufre unatransformación decisiva: cesa de fluir, deja de ser sucesión, instante que viene después y antes deotros idénticos, y se convierte en comienzo de otra cosa.
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