el relato de cuento del besacalles de andres caicedo
1 cuales son
2 la tactica de conquista para llevar alos pollitos la rio
3 el pecoso
la historia personal
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
ENTONCES CORRO HACIA LA ESQUINA, y si hay verja por alguna parte, apoyo un pie en ella y me pongo una mano en la cintura, acomodando bien la cartera con la otra mano, y así los espero. Cuando pasan frente a mí, aguardo a que me miren con interés para lanzarles la sonrisa. Después de todo eso, alcanzan a dar dos pasos, máximo tres. Allí es cuando se deciden. Voltean primero la cara; después se me acercan muy lentamente. Entonces pueden decir qué horas tiene mamita o qué más hermana o pa’dónde va mija. Allí yo me hago la poco interesada y los miro como de reojo, sí, como de reojo, y me alejo caminando ni muy despacio ni muy rápido. Si el muchacho es tímido, pues dará la espalda muy avergonzado; en ese caso yo me vuelvo, y medio le grito qué, ¿se va ya? Él se asombra mucho ahora y sonríe y puede decir eso depende de usted, ¿no? Pero si es entrador el muchacho, cuando yo me haya alejado un poco, él no perderá aún las esperanzas y se pondrá a seguirme a una distancia de diez metros o diez pasos, pero eso sí, acercándose cada vez más. Cuando ya estemos cerca del río, volteo la cabeza de vez en cuando como para darle ánimos en caso de que sea necesario, y ya en una parte bien oscura y bien sola doy media vuelta y me le acerco y le digo muy lentamente qués lo que usted sestá creyendo joven. Aquí siempre se producen reacciones interesantes: algunas veces, cuando son groseros, responden y usted, qué es lo que también está pensando; otras veces, cuando realmente no saben qué decir: bueno, es que yo quería que conversáramos, ¿sabe? De todas maneras, lo que importa es que a estas alturas ya estamos muy cerca, y yo solamente espero a que él acabe de explicarse para mandarle la mano con mucho estilo; pero al mismo tiempo estoy mirando hacia todas partes, ¡y casi nunca viene nadie y no se ve nada de lo oscuro! No se ve pasar un alma, y a dos metros de nosotros comienza el río.
Pero hay días en los que las cosas no suceden tan bien que digamos, pues por más que camino por las calles de Cali no encuentro a ningún muchacho disponible. O en el peor de los casos me encuentro con ese pecoso que no me puede ver sin dejar de gritarme cosas. La otra vez que yo estaba en el paradero del bus Azul con dos pollitos de lo más queridos, pasó la lado y al verme sonrió con esa maldad suya y se quedó a esperar el bus allí, al lado de nosotros, sólo para hacerme sufrir, lo sé. Un día de estos voy a tener que hablarle, decirle que por favor me deje tranquila, que yo nunca le he hecho nada malo. Y si no me hace caso pues tocará comenzar a pensar en un modo más efectivo de quitármelo de encima. Sí, porque mi vida ya está lo suficientemente organizada como para que venga ese muchacho pecoso a estropear todo lo que ya he alcanzado.
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