Historia, pregunta formulada por ailinvelasco0, hace 20 horas

el nombre de la clase social y sobre la ciedad 00 : C tender que​

Respuestas a la pregunta

Contestado por karitocero
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Respuesta:

Los actuales territorios metropolitanos cuestionan nuestra idea de ciudad: son vastos territorios de  urbanización discontinua, fragmentada en unos casos, difusa en otros, sin límites precisos, con escasos referentes físicos y simbólicos que marquen el territorio, de espacios públicos pobres y sometidos a potentes dinámicas privatizadoras, caracterizada por la segregación social y la especialización funcional a gran escala y por centralidades “gentrificadas” (clasistas) o “museificadas”, convertidas en parques temáticos o estratificadas por las ofertas de consumo.  Esta ciudad, o “no ciudad” (como diría Marc Augé) es a la vez expresión y reproducción de una sociedad a la vez heterogénea y compartimentada (o “guetizada”), es decir mal cohesionada. Como se expone al inicio de este trabajo las promesas que conlleva la revolución urbana, la maximización de la  autonomía individual especialmente, está solamente al alcance de una minoría. La multiplicación de las ofertas de trabajo, residencia, cultura, formación, ocio, etc., requieren un relativo alto nivel de ingresos y de información así como disponer de un efectivo derecho a la movilidad y a la inserción en redes telemáticas. Las relaciones sociales para una minoría se extienden y son menos dependientes del trabajo y de la residencia, pero para una mayoría se han empobrecido, debido a la precarización del trabajo y el tiempo gastado en la movilidad cotidiana.

Esta nueva sociedad urbana nos aparece, a diferencia de la sociedad industrial clásica de los siglos XIX y gran parte del XX, poco estructurada en grandes grupos sociales. Se describe usualmente como una sociedad individualizada,  muy segmentada en grupos diversos, en unos casos por sus ingresos, en otros por su edad o origen (inmigrantes), o por su status socio-económico o su relación con en el trabajo (asalariado, autónomo, desocupado, propietario, directivo), incluso por su nivel cultural o por su posición en el territorio (integrados o más o menos excluidos). Pero se perciben sus fracturas,  entre los que temen perder sus rentas de posición, mediocres privilegios y seguridades vulnerables (como se demuestra actualmente) y los que viven en precario, en sus trabajos y en sus derechos, sin otro horizonte vital que el de la incertidumbre, sin otra certeza que la de no poder alcanzar el nivel de sus expectativas ni de sus necesidades.

Es una sociedad que necesita del Estado del bienestar, pero precisamente éste no llega, o no lo suficiente, a los que más lo necesitan. El  discurso, se supone bienintencionado, que considera el Estado del bienestar como “nuestro Estado de derecho”  olvida que este programa no garantiza el “bienestar”, por insuficiente o inadaptado a las necesidades de hoy a gran parte de los que más lo necesitan: los mileuristas y los desocupados, los jóvenes que no pueden acceder a la vivienda y los inmigrantes sin derechos reconocidos, los  fracasados de la escuela y los excluidos por la fractura  o digital. Y la cada vez mayor fractura territorial que sufren  los que viven en el círculo vicioso de la marginación, en urbanizaciones periféricas o en barrios degradados, lejos de todo y demasiado cerca de los que viven la misma situación o peor que ellos.

En estos espacios urbanos y en estas sociedades atomizadas la democracia pierde sentido y la ciudad tiende a disolverse. Las fuerzas políticas progresistas, democráticas o denominadas de izquierda han podido desarrollar una gestión en los ámbitos locales o regionales asistencial, relativamente redistributiva, mediante programas de equipamientos y espacios públicos y de políticas sociales y culturales. Unas políticas más reproductoras que transformadoras (más de lo mismo). Pero han asumido el discurso capitalista y en muchos casos en su versión especulativa. El discurso de la ciudad “competitiva”, la concepción de los grandes proyectos urbanos y de las operaciones de renovación de zonas enteras de la ciudad ha ido unido a las omisiones escandalosas de falta de política de suelo y de vivienda en el tejido urbano compacto y de un gobierno metropolitano democrático que pudiera hacer políticas redistributivas e integradoras efectivas.

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