¿EL MONÒLOGO DE LA SAPIENCIA DEL PERRO ORFEO DE LA NOVELA “¿NIEBLA”, A QUÈ TIPO CORRESPONDE?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La modernidad trajo consigo a un nuevo ídolo: la Razón. Pero, ¿qué puede enseñarnos un perro de la razón? ¿Acaso no podrá decirnos de aquella lo que en paralelo nos dice Erasmo de la cordura y la prudencia a través de la estulticia? Ya lo habían hecho antes Cipión y Berganza cuando tomaron la palabra humana para hablarnos de nuestra naturaleza, Orfeo lo hace también, en aquel primer y último diálogo que le dirige a su amo al final de Niebla. Quizá la diferencia más importante dentro del texto de Cervantes y Unamuno (quijotescos ambos, heroicos también) es que en el de este último el perro se nos vuelve todavía más entrañable por el drama humano que ha acompañado las desgracias del fatídico Augusto Pérez. Es decir, que la gravedad de la aparición de Orfeo radica en el hecho de que no es con otro can con quien habla sino que, en el juego de un hombre, gana con las reglas de su propia razón.
El recurrente conflicto unamuniano en torno a la desaparición y al encuentro con la nada, y su deseo de pervivencia y eternidad está también presente en Niebla, pero esta vez en la voz de quien uno menos podría esperarlo: un perro.
«¡Se muere todo, todo, todo; todo se me muere! Y es peor que se me muera todo a que me muera para todo yo. ¡Pobre amo mío!, ¡pobre amo mío! Esto que aquí yace, blanco, frío, con olor a próxima podredumbre, a carne de ser comida, esto ya no es mi amo.[…] ¿Qué será ahora de él? ¿Dónde estará aquello que en él hablaba y soñaba? Tal vez allá arriba, en el mundo puro, en la alta meseta de la tierra, en la tierra pura toda ella de colores puros, como la vio Platón, al que los hombres llaman divino; en aquella sobrehaz terrestre de que caen las piedras preciosas, donde están los hombres puros y los purificados bebiendo aire y respirando éter. […] Allí, en el mundo puro platónico, en el de las ideas encarnadas, está el perro puro, el perro de veras cínico. ¡Y allí está mi amo!» (Unamuno, 2002, págs. 299-300)
Perro sabio fue Orfeo, no porque dominara trucos o espectáculos sino porque le bastó poseer una sola vez el habla para decirnos de qué está hecha el alma humana. Bella ironía que la despedida más conmovedora haya surgido del pecho de un ser a quien no le fue concedida el habla. Pues acaso como decía Orfeo, el lenguaje, el vestido, el rito de almacenar a los muertos, es lo que más nos pervierte. Las razones que tiene la pasión del can en ese monólogo aquí glosado es lo que en mayor medida logra conmover al lector, pues el juego interiorista del relato propuesto por Unamuno es comprendido activamente antes por Orfeo que por su amo; antes por él que por el lector a solas. Todos somos Orfeo, todos hemos perdido a alguien y todos hemos tenido, para bien o para mal, una vida de perros.
espero q te sirva
te agradaceria si me dieras la corona y un gracias