El herrero jugador
Cuento tradicional español
Versión de José María Guelbenzu
ubo una vez en que san Pedro tuvo que bajar a la Tierra a hacer
unos encargos y se encontró con un herrero que era un hombre
de puen corazón y que le hizo numerosos favores.
Quedó tan contento san Pedro por la ayuda del herrero que le dijo
que le pidiese cualquier gracia y que él, con gusto, se la concedería.
El herrero, que era un gran jugador, le pidió a san Pedro que le
regalase una baraja con la que nunca pudiera perder en el juego. Y san
Pedro, sin pensárselo dos veces, le concedió esta gracia.
Total, que el herrero vivió muy feliz desde entonces, pues a cada
problema que se le ponía por delante, lo arreglaba con una partida de
cartas y, como siempre ganaba, todo le iba bien.
Un día el herrero se murió y los demonios aprovecharon la
ocasión para coger su alma y llevársela al infierno. El pobre hombre
comprendió que perdía su alma para siempre y entonces recordó que
aún llevaba en el bolsillo la vieja baraja que le diera san Pedro y, sin
pensárselo dos veces, propuso a los demonios una partida en la que se
jugaran su alma.
Los demonios jugaron y perdieron y el herrero ganó su alma y se
fue derecho al cielo. Allí le abrió la puerta san Pedro y, al reconocerle,
le dijo:
-Anda, pasa, que si juego contigo por tu alma, con la promesa
que te hice, ganarás de todos modos.
Y así entró en el cielo el herrero jugador.
Guelbenzu, J.M. (2011). En Cuentos populares españoles. Madrid: Siruela.
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