el genocidio de mao zedong
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Mao Tse Tung es designado jefe militar. Pasó a predominar la línea maoísta de que la Revolución china iba del campo a la ciudad. Japón había invadido China, ocupando Manchuria en 1931, y la discusión en el seno el Partido Comunista pasaba por qué posición tomar ante la invasión japonesa.
Explicación:
Fue el comienzo de uno de los episodios más negros de la República Popular, que, según las propias cifras oficiales, dejó al menos 1,7 millones de muertos.
«Guerra civil en toda regla»
Wen desconocía lo que estaba sucediendo mientras tanto en Pekín, donde Mao utilizó la Revolución Cultural para quitarse de encima a los dirigentes que cuestionaban su liderazgo, muy tocado tras el rotundo fracaso del Gran Salto Adelante. El Gran Timonel decidió tachar de capitalistas a personalidades del calibre de Peng Zhen, que se unió al PCCh en 1923 y fue incluso miembro del Politburó hasta 1966. Muchos fueron avergonzados en público, incluido el padre de Xi Jinping. «Es una guerra civil en toda regla», reconoció Mao cuando comenzaron los combates armados entre las diferentes facciones. Y en una carta a su mujer, Jiang Qing, aseguró que «de un gran caos nace un gran orden».
«Es un período que nadie quiere recordar, porque fue uno de los grandes errores que cometió Mao». Según la postura oficial del partido, el fundador de la 'Nueva China' se equivocó solo en un 30% de las decisiones que tomó. No obstante, su figura se ha relegado a un plano secundario, y ayer la prensa oficial china prestaba mucha más atención a la presencia en Pekín del consejero delegado de Apple, Tim Cook, que a esta efeméride. «Hay muchas cosas de las que está prohibido hablar en China. Yo quiero mostrar la falsedad que existe en esta sociedad y en la política que la rige», sentencia Yan.
el país más poblado del mundo ha tomado desde la muerte de Mao, en 1976, momento en el que también se puso fin a su interpretación más radical del comunismo, que más adelante se reprodujo en la aterradora Camboya de los Jemeres Rojos. En el dibujo del periódico, dos miembros del Partido Comunista, ataviados con el característico traje Mao y tocados por la gorra verde coronada con una estrella roja, brindan con copas de globo por el 50 aniversario del inicio de la Revolución Cultural. «¡Quién iba a decir que el proletariado se haría tan burgués!», le comenta uno al otro mientras se fuman sendos puros.
Efectivamente, China ahora es la segunda potencia mundial y el centro de la globalización industrial. Pero muchos analistas ven en el Gobierno de Xi Jinping maneras muy similares a las de hace 50 años. 'Xi abraza el legado radical de Mao', tituló el pasado día 13 el diario estadounidense 'The Wall Street Journal'. «Ha pasado sus primeros tres años como presidente resucitando a Mao, tomando prestada su retórica y copiando sus tácticas. Ha concentrado todo el poder en sus manos, y ha flirteado con el culto a su personalidad», escribió Andrew Browne.
No es el único que piensa que detrás de la cruzada de Xi contra la corrupción se esconde una purga que ya se ha cobrado la cabeza de miles de funcionarios. En lo más alto, primero Bo Xilai, exministro de Comercio, y luego Zhou Yongkang, exministro de Seguridad, han sido sentenciados a pasar el resto de sus días en la cárcel. Y el último en caer en desgracia ha sido nada menos que Ling Jihua, 'número dos' del anterior presidente, Hu Jintao. Además, diferentes organizaciones de derechos humanos afirman que se está dando una peligrosa regresión en el respeto hacia las libertades individuales, algo que se ve en la ola de detenciones que sufren todo tipo de activistas, desde partidarios de la democracia hasta feministas, y en la aprobación de las controvertidas leyes de Seguridad Nacional y de control de las ONG.
Curiosamente, ahora que el gigante asiático busca ser reconocido como una economía de mercado por la Unión Europea, un asunto muy polémico por las repercusiones que ello tendría en sectores tan castigados como el del acero, las empresas extranjeras también critican las nuevas trabas de todo tipo a las que se tienen que enfrentar para poder acceder al mercado local. El plano ideológico tampoco se escapa a esta nueva Revolución Cultural del siglo XXI. No en vano, en los últimos meses Xi ha llegado a pedir a la prensa que esté al servicio del partido, y otros dirigentes incluso han llegado a decir que de las aulas tiene que desaparecer toda influencia occidental. Menos el comunismo, claro.