El Éxodo (Marcha de un pueblo hacia otro lugar) Después de permanecer 430 años en Egipto, los israelitas partieron hacia el monte Sinaí. Llevaron rebaños de ovejas, vacas y todas sus pertenencias. A los pocos días, el faraón se arrepintió de haber dejado libre a los israelitas. Entonces reunió a su ejército y salió a perseguirlos. Los israelitas llegaron a las orillas del mar rojo donde quedaron entre sus aguas y al frente del ejército del faraón. Moisés extendió su mano sobre el mar y las aguas se dividieron formando como murallas a la izquierda y derecha. Los israelitas pasaron por medio de ellas. Nuevamente Moisés extendió sus manos y las aguas se juntaron sepultando a los egipcios. El pueblo de Israel empezó así su largo peregrinaje por el desierto. Pasado ya muchos días en el desierto se acabó la comida. Yavé dijo a Moisés: "Ahora les hago llover pan del cielo, salga el pueblo y recoja lo que necesita para cada día”. Esa tarde todo el campamento se llenó codornices que proporcionaron carne. A los dos meses acamparon frente al monte Sinaí, donde Moisés y su hermano Aaron subieron y Dios le dio a Moisés las tablas de la ley o Mandamientos, que los israelitas prometieron cumplir y ser fiel a Yavé,
(AYUDA CUALES SON LAS IDEAS PRINCIPALES) REGALO 40 PUNTOS EL QUE SEPA LAS IDEAS PRINCIPALES QUIEN NO LO SEPA NO RESPONDA
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Éxodo 14:1-31
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Entonces el SEÑOR le dio a Moisés las siguientes instrucciones: «Ordénales a los israelitas que den la vuelta y acampen cerca de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar. Que acampen allí, a lo largo de la orilla, frente a Baal-zefón. Entonces el faraón pensará: “Los israelitas están confundidos. ¡Quedaron atrapados en el desierto!”. Y una vez más endureceré el corazón del faraón, y él saldrá a perseguirlos. Lo haré así para manifestar mi gloria por medio del faraón y de todo su ejército. ¡Después los egipcios sabrán que yo soy el SEÑOR!». Así que los israelitas acamparon donde se les dijo. Cuando al rey de Egipto le llegó la noticia de que los israelitas habían huido, el faraón y sus funcionarios cambiaron de parecer. «¿Qué hemos hecho al permitir que todos estos esclavos israelitas se fueran?», se preguntaban. Entonces el faraón preparó su carro de guerra y llamó a sus tropas. Llevó consigo seiscientos de los mejores carros de guerra, junto con los demás carros de Egipto, cada uno con su respectivo oficial al mando. Así que el SEÑOR endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, quien por lo tanto salió a perseguir a los israelitas, los cuales se habían marchado con puños en alto en señal de desafío. Los egipcios los persiguieron con todas las fuerzas del ejército del faraón —todos sus caballos y sus carros de guerra, sus conductores y sus tropas— y alcanzaron al pueblo de Israel mientras acampaba junto al mar, cerca de Pi-hahirot, frente a Baal-zefón. Mientras el faraón se acercaba, los israelitas levantaron la vista y se llenaron de pánico al ver que los egipcios los alcanzaban. Entonces clamaron al SEÑOR y le dijeron a Moisés: —¿Por qué nos trajiste aquí a morir en el desierto? ¿Acaso no había suficientes tumbas para nosotros en Egipto? ¿Qué nos has hecho? ¿Por qué nos obligaste a salir de Egipto? ¿No te dijimos que esto pasaría cuando aún estábamos en Egipto? Te dijimos: “¡Déjanos en paz! Déjanos seguir siendo esclavos de los egipcios. ¡Es mejor ser un esclavo en Egipto que un cadáver en el desierto!”. Pero Moisés les dijo: —No tengan miedo. Solo quédense quietos y observen cómo el SEÑOR los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El SEÑOR mismo peleará por ustedes. Solo quédense tranquilos. Luego el SEÑOR le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Dile al pueblo que se ponga en marcha! Toma tu vara y extiende la mano sobre el mar. Divide las aguas para que los israelitas puedan pasar por en medio del mar, pisando tierra seca. Yo endureceré el corazón de los egipcios y se lanzarán contra los israelitas. La grandeza de mi gloria se manifestará por medio del faraón y de su ejército, sus carros de guerra y sus conductores. Cuando mi gloria se exhiba por medio de ellos, ¡todo Egipto verá mi gloria y sabrán que yo soy el SEÑOR!». Entonces el ángel de Dios, que iba al frente del pueblo de Israel, se trasladó hacia atrás del campamento. La columna de nube también se cambió de lugar y pasó a estar detrás de ellos. La nube se puso entre los egipcios y el campamento de los israelitas. Al atardecer, la nube se convirtió en fuego e iluminó la noche, pero los egipcios y los israelitas no se acercaron unos a otros en toda la noche. Luego Moisés extendió la mano sobre el mar y el SEÑOR abrió un camino a través de las aguas mediante un fuerte viento oriental. El viento sopló durante toda la noche y transformó el lecho del mar en tierra seca. Entonces el pueblo de Israel cruzó por en medio del mar, caminando sobre tierra seca, con muros de agua a cada lado. Entonces los egipcios —con todos los carros de guerra y sus conductores, y con los caballos del faraón— persiguieron a los israelitas hasta el medio del mar. Pero poco antes del amanecer, el SEÑOR miró al ejército egipcio desde la columna de fuego y de nube, y causó gran confusión en sus fuerzas de combate. Torció las ruedas de los carros para que les resultara difícil manejarlos. «¡Salgamos de aquí, alejémonos de los israelitas! —gritaban los egipcios—. ¡El SEÑOR está luchando por ellos en contra de Egipto!». Cuando todos los israelitas habían llegado al otro lado, el SEÑOR le dijo a Moisés: «Extiende otra vez tu mano sobre el mar, y las aguas volverán con fuerza y cubrirán a los egipcios, a sus carros y a sus conductores». Entonces, cuando el sol comenzaba a salir, Moisés extendió su mano sobre el mar y las aguas volvieron con fuerza a su estado normal. Los egipcios trataron de escapar, pero el SEÑOR los arrastró al mar. Enseguida las aguas volvieron a su lugar y cubrieron todos los carros y a sus conductores: el ejército completo del faraón. No sobrevivió ni uno de los egipcios que entró al mar para perseguir a los israelitas. En cambio, el pueblo de Israel caminó por en medio del mar sobre tierra seca, mientras las aguas permanecían levantadas como muros a ambos lados. Así es como el SEÑOR