El encierro en pandemia relatos
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
“El miedo y la nostalgia ahora son fortaleza y templanza. No caigamos, . tenemos que seguir”
Jeannyne Valencia (24)
Estudiante
Si el 14 de marzo, día que me reuní con mi enamorado y amigos en común en mi casa a conversar y tomar sería el último día que gozaría de la ahora llamada ‘antigua normalidad’, no lo hubiese creído. Tampoco que las primeras dos semanas de confinamiento serían solo el inicio de un largo y duro proceso.
Al principio, desde de mi privilegio, tomé al confinamiento como un detox, el tiempo perdido en el transporte público me daría tiempo para los libros y las películas a los que nunca me pude dedicar. Sin embargo, los días transcurrían y los horarios entre la universidad y el trabajo se entremezclaban, no diferenciaba ya los días, para mí era siempre lunes o domingo. Las personas cercanas a mí se quedaban sin trabajo, algunas comenzaron a enfermarse y otras comenzaron a quedarse sin comer. La esperanza con la que disimuladamente esperaba el mensaje presidencial a media tarde se volvió en ira, indignación. La gente de mi país se estaba muriendo.
Una noche, a quince días de que termine la cuarentena, escuché una tos anormal en mi padre. No era la tos gastada y adquirida con el paso de los años. Era una tos seca, casi ahogada seguida de un mareo preocupante. Desde ese episodio solo han seguido días de insomnio en mi casa, las recomendaciones casi contradictorias entre sí de los doctores, un balón de oxígeno, los ojos hundidos de mi padre, sus quejidos desde su cuarto hasta el lugar donde ahora estoy escribiendo.
Este proceso, porque es así como lo veo ahora, me ha dado fuerza. El miedo y la nostalgia ahora es fortaleza y templanza para los míos. No caigamos, tenemos que seguir.
Explicación:
“Fear and nostalgia are now strength and temperance. Let's not fall,we . have to continue "
Jeannyne Valencia (24)
Student
If March 14, the day I met with my boyfriend and mutual friends at my house to talk and drink, would be the last day that I would enjoy the now called ‘old normality’, I would not have believed it. Nor that the first two weeks of confinement would only be the beginning of a long and hard process.
At first, from my privilege, I took confinement as a detox, the time lost in public transport would give me time for the books and movies that I could never dedicate myself to. However, the days passed and the schedules between university and work were intermingled, I no longer differentiated the days, for me it was always Monday or Sunday. People close to me were out of work, some started to get sick and others started to go without food. The hope with which he slyly awaited the presidential message in the middle of the afternoon turned to anger, indignation. The people of my country were dying.
One night, fifteen days after the quarantine ended, I heard an abnormal cough from my father. It was not the cough worn and acquired over the years. It was a dry, almost choked cough followed by worrying dizziness. Since that episode, only days of insomnia have followed in my house, the doctors' almost contradictory recommendations, an oxygen balloon, my father's sunken eyes, his moans from his room to the place where I am now writing.
This process, because that is how I see it now, has given me strength. Fear and nostalgia are now strength and temperance for mine. Let's not fall, we have to continue.